Ante la guerra de Ucrania y la creciente tensión con China, Occidente (es decir, sobre todo Estados Unidos) ha adoptado una actitud no ya defensiva, sino arrogante en la que no le sigue casi nadie en el resto del mundo. Es un poso de tiempos coloniales o imperiales, y, sobre todo, del momento unipolar que se vivió hasta hace poco. ‘La Administración Biden aspira a lograr un orden unipolar que ya no existe’, según el analista Stephen Walt, que asegura que EE UU tiene ‘miedo’ a un mundo ‘multipolar’. Obama calificó en su día a Rusia de mera ‘potencia regional’. Ya lo vemos.
En este mundo hay terceros, incluidos algunos europeos como Macron, que no quieren dejarse atrapar en la tensión Washington-Pekín, ni siquiera del todo con Moscú. El mundo ha cambiado, pero Occidente parece o no enterarse o no quererlo. No solo quiere defender sus intereses, valores y modos de vida, lo que es normal y legítimo, sino dar lecciones a los demás. Ya desde mediados de la anterior década, la economía occidental es más pequeña que el resto, tendencia que ha ido al alza desde entonces, por no hablar del peso demográfico. Occidente se tendrá que adaptar.