New York Times en español
27 de abril de 2022
Es historiador de los medios de comunicación rusos y autor de Fortress Russia: Conspiracy Theories in the Post-Soviet World.
La Rusia de Vladimir Putin está impulsada por teorías de la conspiración.
Durante dos décadas, periodistas y funcionarios, en colaboración con el Kremlin, han divulgado desinformación con soltura. Sin importar cuán descabelladas o fantásticas fueran —por ejemplo, que la CIA estaba conspirando para quitar a Putin del poder— estas historias tenían un propósito evidente: reforzar al régimen y garantizar el apoyo público a sus actos. Al margen de las opiniones personales de los miembros de la clase política, parecía claro que las teorías no influían en los cálculos políticos. Eran historias diseñadas para asimilar lo que el régimen estaba haciendo, para sus propios intereses.
Eso se acabó. Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania hace dos meses, la brecha entre las teorías de conspiración y las políticas del Estado se ha cerrado hasta casi desaparecer. La mentalidad conspirativa se ha arraigado por completo en el país, de arriba a abajo, y ahora parece ser la fuerza motivadora detrás de las decisiones del Kremlin. Y Putin —quien antes mantenía su distancia de las teorías de la conspiración y delegaba su difusión a los medios de comunicación del Estado y a los políticos de segunda— ahora es su principal promotor.
Es imposible saber qué pasa por la mente de Putin, desde luego. Pero a juzgar por sus discursos belicosos y apasionados, antes y después de la invasión, es posible que crea las teorías conspirativas que repite. Estas son cinco de las teorías predominantes que el presidente ruso ha promovido, con una vehemencia cada vez mayor, en la última década. En conjunto, cuentan la historia de un régimen que se desintegra en un pantano de desinformación, paranoia y falsedad, a un precio terrible que Ucrania y el resto del mundo deben pagar.
Occidente quiere dividir el territorio ruso
En 2007, en la rueda de prensa nacional que realiza todos los años, a Putin se le hizo una pregunta extraña. ¿Qué opinaba sobre el comentario que hizo la exsecretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright de que las riquezas naturales de Rusia debían ser redistribuidas y controladas por Estados Unidos? Putin respondió que “ciertos políticos” compartían ese tipo de ideas, pero que él no estaba enterado de la declaración.
Eso se debe a que es totalmente falsa. Los periodistas de Rossiyskaya Gazeta, un periódico propiedad del Estado, habían inventado la declaración con el argumento de que la inteligencia rusa era capaz de leer la mente de Albright. No se volvió a mencionar durante años. Entonces, en 2015, el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, Nikolái Pátrushev, la repitió. Informó con serenidad que Albright había declarado que Rusia no debía controlar Siberia ni su Extremo Oriente y que por eso Estados Unidos estaba interviniendo en Ucrania, donde Rusia fomentaba un conflicto en la zona este del país. En aquel entonces, dio la impresión de que el colega de Putin había perdido el hilo.
No obstante, en mayo de 2021, Putin demostró que la teoría no había quedado en el olvido. El presidente declaró que todos “quieren un pedazo de nosotros o un pedazo de Rusia” porque “es injusto que Rusia sea la única que posea las riquezas de una región como Siberia”. Una cita inventada se había convertido en un “hecho” que legitimaba la estrategia cada vez más hostil de Putin con Occidente.
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