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Crimea y Putin: el imperio de Vladimir

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Hoy, día del referéndum en Crimea, el análisis de Felipe Sahagún en @Cronica_ElMundo El imperio de Vladimir. ()

CRIMEA Y PUTIN

El imperio de Vladimir

Por Felipe Sahagún

16/03/2014

Golpista tú, golpista yo. Si la oposición ucraniana, mediante un golpe parlamentario, destituyó al presidente prorruso Viktor Yanukovich el 21 de febrero, con el referéndum convocado hoy en Crimea el Kremlin intenta legitimar el contragolpe que desde ese día está dando en la península que acoge su flota del Mar Negro. El referéndum se ha presentado como la respuesta ilegal de Putin a la destitución del presidente prorruso ucraniano, Yanukovich, pocas horas después de firmar el pacto negociado con ayuda de los ministros de Exteriores alemán, francés y polaco entre el presidente y la oposición.

Para preparar la consulta, Rusia ha reforzado sus fuerzas militares en la «perla del Mar Negro», ha neutralizado a las escasas y mal equipadas fuerzas ucranianas allí desplegadas y ha sustituido a los políticos locales por otros leales a Moscú. Ha asegurado así su control de un territorio y de unas instalaciones militares que considera vitales para su seguridad y ha amenazado con romper Ucrania mediante su muy interesada «obligación de proteger» a la minoría rusa del resto del país, empezando por la parte oriental, si los nuevos dirigentes de Kiev y las potencias occidentales que los apoyan siguen con su proyecto de aproximación en contra de los intereses de Moscú.

1.¿Se trata de un referéndum legal o ilegal?

Para el Kremlin, el plebiscito es el ejercicio del derecho a la autodeterminación de unos dos millones de habitantes, casi un 60% de origen ruso, que se sienten amenazados por el Gobierno («golpista, inconstitucional, ilegal y neofascista», según Putin) surgido de las protestas que culminaron el 21 de febrero en la huida de Yanukovich de Kiev y en la anulación de los acuerdos alcanzados con Rusia en noviembre para integrar a Ucrania en la Unión Euroasiática, olvidarse temporalmente del acuerdo de asociación negociado con la UE y recibir préstamos rusos por valor de unos 15.000 millones de dólares para evitar la bancarrota del país.

La OSCE, la UE y los principales gobiernos occidentales consideran ilegal el referéndum. «En la forma planteada… está en contradicción con la constitución de Ucrania y con el derecho internacional», afirma el actual presidente de la OSCE y ministro suizo de Exteriores, Didier Burkhalter. Para que fuera legal, de acuerdo con la constitución de la propia Crimea, el referéndum tendría que haber contado con la aprobación del parlamento de Kiev, algo que no ha sucedido.

Los dirigentes rusos lo consideran igual de legal y mucho más pacífico que la independencia de Kosovo, lograda mediante la guerra contra Serbia con la ayuda de una fuerza guerrillera/terrorista (según se mire) fabricada de la nada en pocos meses por las potencias occidentales y bendecida posteriormente, en 2010, por el Tribunal Internacional de la Haya. «Nada de eso», señaló la ex secretaria de Estado Madeleine Albright en el programa Global Public Square de la CNN. «Los kosovares se independizaron de un régimen que los reprimía brutalmente. Nada parecido sucede en Crimea».

2.¿Ha sido legal el reforzamiento militar ruso en Crimea?

Desde 1991 Rusia ha reconocido claramente la independencia de Ucrania y sus fronteras actuales en la Declaración de Alma Ata de diciembre de 1991 (con la que se dio triste sepultura a la URSS), en el Memorándum de Budapest de 1994 (que garantiza la seguridad de Ucrania a cambio de su desnuclearización), en el Tratado Ruso-Ucraniano de 1997 (que autoriza la continuidad de la flota rusa del Mar Negro en los puertos de Crimea) y en el pacto bilateral de 2010 (que amplía los acuerdos del 97 y autoriza una fuerte presencia de soldados rusos en docenas de instalaciones de Crimea, pero prohíbe movimientos importantes de esas tropas y un aumento sustancial de los efectivos sin el consentimiento del Gobierno de Kiev).

De acuerdo con la definición de «agresión armada» por Naciones Unidas en resolución de 1974, «el uso de fuerzas armadas extranjeras en el territorio de un estado contraviniendo el acuerdo que rige la presencia de esas fuerzas equivale a agresión». Pocos, salvo el Gobierno de Kiev, se atreven a describir como «ataque armado» la operación militar rusa en Crimea de las últimas tres semanas, condición necesaria para solicitar la activación del capítulo VII de la Carta de la ONU, que legalizaría —si Rusia, como miembro permanente del Consejo de Seguridad, no tuviera poder de veto para impedirlo— el uso de la fuerza por sus acciones. Nada que esperar, por lo tanto, de la ONU.

3.¿Por qué no reconoce Rusia a las tropas enviadas como regulares?

Rusia ha insistido en que todas sus acciones militares en Crimea cuentan con la aprobación del presidente legítimo de Ucrania y del actual Gobierno de Crimea, y se ha cuidado de presentar a las nuevas tropas como «autodefensas locales» para no sobrepasar el número total que le permiten los acuerdos en vigor. El presidente ucraniano destituido, Yanukovich, y el nuevo primer ministro de Crimea (Sergei Aksyonov, un contrabandista de tabaco vinculado con el sindicato mafioso Salem emigrado de Transnistria, Moldavia, en 1989, poco antes de la guerra de secesión, y que en menos de un mes ha pasado del anonimato a hombre de confianza de Putin) están cumpliendo escrupulosamente las órdenes de Moscú. De este modo, el Kremlin cree tener coartada para defender su agresión. El perfil de muchos de los dirigentes del nuevo Gobierno de Kiev no es mucho mejor que el de Yanukovich y Aksyonov, con lo que cualquier intento interno o externo de defender a unos u otros como demócratas o defensores de las libertades está condenado al fracaso por mucho que los respalden desde Washington, Berlín o Varsovia.

4.¿Qué hará Rusia con Crimea a patir de mañana?

Si no se desconvoca o aplaza a última hora como pretendía la Casa Blanca en el encuentro del secretario de Estado, John Kerry, con el ministro ruso de Exteriores, Sergey Lavrov, en Londres el viernes, se da por hecha la victoria de los partidarios de la incorporación a Rusia.

Salvo sorpresas de última hora, el Gobierno y la Duma rusos pueden aprobar esa incorporación de inmediato o, lo que parece más probable, condicionar el estatus definitivo de la península (protectorado, territorio, república, región, espacio compartido u otro tipo de limbo) al resultado de las negociaciones inevitables entre Rusia, Ucrania y la UE, con EEUU de intermediario, para resolver la crisis. De optar por esta segunda opción, en opinión del profesor de derecho internacional de Cambridge Marc Weller, Crimea pasaría a engrosar la lista de lo que él llama en la BBC «conflictos congelados» de Europa central y oriental, entre los que incluye el ya citado de Transnistria, Nagorno-Karabaj, Osetia del Sur y Abjazia. El plan de paz para Abjazia y Osetia del Sur negociado por el ex presidente francés Nicolás Sarkozy en agosto de 2008 sólo sirvió para ratificar los hechos consumados de la invasión rusa de las dos provincias georgianas. Ambos territorios declararon seguidamente la independencia y han quedado bajo la tutela directa moscovita.

5.¿Cuáles son las posibles salidas al conflicto?

Tras recibir el miércoles pasado al primer ministro ucraniano en funciones, Arseniy P. Yatsenyuk, en la Casa Blanca, el presidente estadounidense, Barack Obama, reiteró sin mucha fe «su compromiso con Ucrania» y propuso posibles concesiones a Rusia en Crimea y a la minoría rusa en el resto de Ucrania para superar el conflicto. «Estamos abiertos a un diálogo nacional para reforzar los derechos de la república autónoma de Crimea, empezando por su situación fiscal y por el uso de la lengua», explicó Yatsenyuk. «Pero las negociaciones deben celebrarse en el marco constitucional, no por imposición de las tropas rusas», añadió.

No descartó la posibilidad de aceptar un referéndum constitucional y prometió todas las garantías necesarias para el uso de la base naval rusa. Descartó igualmente cualquier represalia como recortes de agua, luz y otros suministros básicos a la península, sin conexión terrestre con Rusia. Para abrir el proceso negociador, Rusia tendría que reconocer primero a los «golpistas inconstitucionales», como Yatsenyuk, que se hicieron con el poder en Kiev el 21 de febrero. Obama y Yatsenyuk dieron a entender que, mientras Rusia no se anexione Crimea, las negociaciones pueden avanzar aunque se celebre el referéndum. Oficialmente, hasta el jueves pasado Rusia había condicionado cualquier negociación directa con Ucrania a la aceptación del acuerdo del 21 de febrero.

6.¿Cuáles son los riesgos si no se encauza pronto el conflicto?

Nueva guerra fría entre Rusia y Occidente, otra crisis igual o más grave que la de los misiles de Cuba de 1962, escalada de sanciones diplomáticas, comerciales y financieras, más maniobras militares en las fronteras comunes, bloqueo de la cooperación estratégica (nuclear) y para la solución de conflictos (Siria, Irán….), cierre de la ruta centroasiática a Afganistán, división de Ucrania, guerra civil… Los riesgos, si no se encauza pronto el conflicto por la vía del diálogo, son muchos y muy graves, aunque las principales potencias occidentales han descartado desde el primer día, por razones obvias, una respuesta militar. Teniendo en cuenta la situación de casi quiebra económica de Ucrania, lo más urgente, junto con la apertura de negociaciones formales, es la negociación de un paquete de ayuda que normalice el funcionamiento de la economía ucraniana a cambio de reformas y medidas drásticas contra la corrupción de sus dirigentes.

7.¿Tiene Crimea una historia complicada?

Protectorado del imperio otomano desde mediados del siglo XV hasta 1783, estado independiente por muy poco tiempo tras la revolución bolchevique de 1917, república autónoma soviética desde 1921 hasta 1945, región administrativa rusa de 1945 a 1954 y parte de Ucrania desde entonces, el 54% de sus votantes optó en otro referéndum celebrado en 1991, tras la ruptura de la URSS, por seguir dentro de Ucrania con una amplia autonomía, constitución y legislatura propias, y, durante algún tiempo, su propio presidente. Por el tratado bilateral de amistad y cooperación que Rusia y Ucrania firmaron en 1997, Rusia retuvo el derecho a mantener su flota del Mar Negro en Sevastopol.

8.¿Dónde hay que buscar la raíz del problema?

La causa más profunda de la crisis actual es el proyecto estratégico de Rusia de preservar la reducida influencia que tiene en su «extranjero próximo» (repúblicas ex soviéticas aún no integradas en la UE y en la OTAN) y, a partir de ahí, recuperar una posición de fuerza en la periferia del imperio interior que sobrevivió con grandes dificultades a la ruptura del imperio exterior soviético a comienzos de los 90. El instrumento principal ideado por el equipo de Vladimir Putin y Alexander Medvedev para conseguir ese objetivo es una nueva unión aduanera que sirva de catapulta para la reconstrucción de un espacio euroasiático de libre comercio con Moscú de pivote. Sin Ucrania, el segundo país más importante de la antigua URSS, el proyecto pierde fuerza y credibilidad, salvo que la OTAN y la UE lleguen a un acuerdo con Rusia y Ucrania para que este país pueda formar parte al mismo tiempo, con las condiciones necesarias, de las principales organizaciones occidentales y de las nuevas organizaciones euroasiáticas. La Rusia de Putin sigue viendo las relaciones internacionales, igual que los neoconservadores occidentales, como un juego de suma cero, igual que en la Europa del XIX y en la fase más rígida de la Guerra Fría. Ni unos ni otros han admitido hasta ahora una Ucrania-puente o una Ucrania-pasarela que facilite, a la vez que la estabilidad y la prosperidad de los ucranianos, una cooperación estrecha entre Occidente y la nueva Rusia.

9.¿Cuál es el ideario de Vladimir Putin?

Según la investigadora de la universidad de Columbia Maria Snegovaya, citada por The Economist, Putin es un convencido admirador del filósofo ruso Ian Ilyn. Como Ilyn, en la línea de Solzhenitsin, está convencido de que «Occidente no entiende ni tolera la identidad rusa» y de que, como fin último, no pretende otra cosa que «romper el árbol ruso en ramas e ir destruyendo esas ramas una a una». Putin está entusiasmado con otra obra, El tercer imperio: la Rusia que debería ser, una visión utópica de 2054 con una nueva Unión Rusa dirigida por un tal Vladimir II de la que Ucrania oriental es parte esencial. Estas lecturas, que ha repartido a muchos de sus altos funcionarios como regalo presidencial, han reforzado su frustración diaria con un Occidente que ha desoído sistemáticamente las opiniones de Moscú contra la ruptura de Yugoslavia, la independencia de Kosovo, el doble rasero en política exterior, la ampliación de la UE y de la OTAN al este, el escudo antimisiles y el intervencionismo con mandato de la ONU o sin él.

10.¿Cuál ha sido la chispa de la crisis?

La decisión del entonces presidente ucraniano, Yanukovich, a finales de noviembre, de incorporar a Ucrania a la unión aduanera rusa, incompatible según la UE con el acuerdo de asociación negociado durante muchos meses entre Bruselas y Kiev, precipitó un movimiento de protestas, con apoyo de EEUU y de algunos países de la UE, que Yanukovich trató de frenar por la fuerza. Lo que empezó siendo una protesta a favor de la integración en Europa se convirtió entre diciembre y enero en un enfrentamiento por el poder entre los principales clanes políticos-empresariales que, chantajeando a rusos y a europeos, han esquilmado al país desde su independencia.

Publicado en El Mundo Orbyt. CRÓNICA/nª 47 Págs. 8 y 9

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