Horas antes de anunciarse la elección del Papa Francisco, el 13 de marzo de 2013, Ana, la responsable de internacional del diario El Mundo, me pedía un texto sobre la política exterior del Vaticano para la edición del día siguiente. Cuando, a media tarde, se confirmó la apuesta del Colegio Cardenalicio por un cardenal argentino, dudé que hubiese espacio al día siguiente para la diplomacia vaticana. Esta vez me equivoqué.
Éxitos y fracasos de la diplomacia más antigua del mundo
Felipe Sahagún
Sintetizar en 4.500 caracteres la diplomacia vaticana, cuyos orígenes se remontan al siglo IV, no es fácil, pero el 27 de febrero Edward Pentin lo hizo con notable éxito en 8.200 caracteres en Foreign Affairs.
“Benedicto XVI lega un récord admirable, aunque un tanto accidentado, en relaciones internacionales”, escribía. “Su influencia, como la de todos los papas, ha sido considerable. Como fuerza global con más de mil millones de miembros… y una densa red de organizaciones humanitarias, la Iglesia Católica puede hacer política exterior como ninguna otra institución”.
El papa y sus embajadores o nuncios son demasiadas cosas a la vez: estado (Vaticano, con menos de medio kilómetro cuadrado y de mil habitantes) y gobierno religioso (Santa Sede); representantes de una iglesia (la más jerarquizada y centralizada de todas) y de un Jefe de Estado; decanos de los diplomáticos en cada país y, con frecuencia, lobistas de intereses contrarios a los regímenes de esos países…
“La diplomacia vaticana tiene un carril moral, otro humanitario y el de la unidad o universalidad”, escuché hace tiempo a monseñor Celestino Miglione, representante del Vaticano en la ONU durante muchos años y uno de los diplomáticos más veteranos de la curia. “En la ONU, defendemos a los pueblos, el consenso mediante la diplomacia blanda y la voz de los sin voz”.
El carril moral se ha visto gravemente amenazado por el aluvión de casos de pederastia denunciados en docenas de países –más de cien mil víctimas sólo en los EE.UU.- y el de los derechos humanos seguirá teniendo dudosa credibilidad mientras el Vaticano mantenga su discriminación de la mujer dentro de la Iglesia, en violación flagrante de los principales acuerdos internacionales sobre igualdad que la Santa Sede, como firmante, debería cumplir.
La hipocresía y la pasividad de la respuesta vaticana a los escándalos de pederastia en muchos países ha enrarecido las relaciones con algunos de los lugares con raíces católicas más profundas, como Irlanda, que ha retirado a su embajador ante la Santa Sede en señal de protesta.
A diferencia de Juan Pablo II, mago de la diplomacia pública y socio imprescindible de Reagan en la ofensiva contra el comunismo soviético, Benedicto XVI ha optado por la diplomacia callada y, sobre todo, como intelectual y profesor que es, por la política exterior de la conferencia, la encíclica y el libro.
En la lucha contra la pobreza en el mundo y contra el secularismo acelerado en Occidente, y en la defensa de la paz, la libertad, el medio ambiente, los derechos humanos y los valores cristianos más conservadores (oposición al aborto, al divorcio, a la ordenación sacerdotal de la mujer y al fin del celibato), ha sido un continuador.
Entre los gafes más sonados a los que se refiere Pentin destaca su identificación del Islam con la violencia (frente a la razón) en referencia a las palabras de un emperador medieval sobre Mahoma en su lección magistral de 2006 en Regensburg, que provocó una avalancha de críticas desde el mundo islámico, pero, con el tiempo, posibilitó una reconducción positiva del diálogo con los representantes principales del Islam.
Consciente de la persecución y acoso de la minoría cristiana en muchos países musulmanes, Benedicto XVI ha sustituido como prioridad geográfica de su política exterior Europa oriental por Oriente Medio y el mundo árabe.
No deja un éxito comparable a la caída del muro de Berlín, pero, en el ámbito de la mediación y del arbitraje, la liberación en 2007 de los 15 británicos retenidos en Irán y la labor del azbispo Auza en Haití tras el terremoto mantienen viva la influencia diplomática demostrada por Juan Pablo II en los acuerdos sobre Beagle en 1978 y sobre Líbano en 1990.
Uno de sus éxitos principales ha sido mantener el apoyo tradicional a la causa palestina –el Vaticano apoyó en otoño el nuevo estatus de los palestinos en Naciones Unidas- sin debilitar las relaciones con Israel. El presidente israelí, Simon Peres, reconoce que esas relaciones “nunca han sido mejores”. Benedicto XVI completó los acuerdos del 93 entre la Santa Sede e Israel y en 2009 visitó Tierra Santa.
Bajo la supervisión de Benedicto XVI, la Santa Sede ha establecido relaciones diplomáticas plenas desde 2005 con Rusia, Botsuana, los Emiratos, Malasia, Montenegro y Sur Sudán, elevándose a 180 los países con los que el Vaticano mantiene ya relaciones diplomáticas, diez más que en 2000.
A pesar de sus intensos esfuerzos y de sus 24 viajes fuera de Italia desde 2005, no logró la normalización con Arabia Saudí, China y Vietnam, donde la libertad religiosa todavía deja mucho que desear, ni un mínimo de reciprocidad en el tratamiento de los católicos en la mayor parte de los países musulmanes.
El grupo de trabajo formado con Vietnam en 2007 ha ayudado a relajar la presión sobre los católicos en ese país, pero en China el encarcelamiento y la persecución de los leales a Roma se ha intensificado, mientras los sucesores de Mao han empezado a consagrar a sus propios obispos católicos. Es uno de los principales desafíos que hereda el sucesor de Benedicto XVI.
A pesar de todas las dificultades, pocos Estados están mejor preparados en recursos materiales y humanos que el Vaticano para hacer frente a los nuevos desafíos.
Su Academia Eclesiástica, con sede en Roma, fundada hace unos 300 años, sigue siendo modelo de las principales escuelas diplomáticas del mundo.
Cada año ingresan en la misma docenas de teólogos que, durante dos años, se empapan de diplomacia civil y eclesiástica, derecho internacional, organizaciones internacionales, sociología, cultura, comunicación e idiomas. (Publicado en EL MUNDO el 14 de marzo de 2013, pág. 29, con el título «Un legado admirable con gran tradición». Esta vez -y sin que sirva de precedente- me gusta más mi título original que el del periódico. Supongo que el espacio pudo influir en el cambio)
Diplomacy Plaza @DiplomacyPlaza
Papal diplomacy is not just pomp and circumstance – CNN (blog) http://dlvr.it/34xLyg
El tuit anterior me alertó sobre otro análisis publicado el mismo día en el blog de la CNN sobre el mismo asunto, per plantado desde una perspectiva distinta: la de los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede. Creo que complementa muy bien mi análisis y lo enrique.
«Papal diplomacy is not just pomp and circumstance», se titulaba y lo firmaba Jamie Crawford. Verán que habla de 179 misiones diplomáticas del Vaticano, una menos que yo en mi texto. Supongo que no había incoporado aún a Sudán del Sur.
Papal diplomacy….
By Jamie Crawford
As Pope Francis assumes his role as leader of the world’s 1.2 billion Catholics, he is also the newest head of a sovereign state that accepts and accredits foreign envoys while sending its own diplomats around the globe to advance its interests.
There currently are 179 diplomatic missions with ties to the Vatican.
To the casual observer, the post may seem like a dream assignment, full of pomp and circumstance in one of the world’s most historic and beautiful cities. But there is more to the job than what meets the eye.
«It’s really in a unique position to engage with the world’s largest faith-based organization,» Miguel Diaz, the most recent U.S. envoy to the Holy See, told CNN. President Barack Obama has yet to nominate a successor to Diaz, who stepped down in November.
«We do the same things at the Holy See mission that any ambassador to a secular mission would do,» former envoy Francis Rooney, who arrived in Rome just after Pope Benedict XVI ascended in 2005, told CNN. «You have the routine interaction with the host country interlocutors over diplomatic matters in pursuing the interests of the United States.»
And while the ambassador is not dealing with crises such as an American citizen imprisoned within the host country, or dealing with a country in the midst of revolution, the embassy in many ways is a busy post.
«The central strategy of the embassy is to work with the Vatican structure, and with organizations affiliated with the Vatican to achieve foreign policy objectives that can be hard for traditional governments to reach,» says Diaz, professor of faith and culture at the University of Dayton.
During his more than three years as ambassador, Diaz used his position to engage Muslims, Jews, Christians and others to promote interfaith dialogue and mutual understanding in an effort to counter violent extremism.
There also were issues of importance to the Obama administration in which the ambassador sought the Vatican’s assistance, including climate change.
Benedict, who some referred to as the first «green pope» for his calls to protect the environment, found a willing American partner on global initiatives to address climate change. The United States also works with the Vatican on promoting nuclear non-proliferation, conflict resolution, global health and religious tolerance.
In an era where a greater understanding of what is happening inside Iran, Cuba and other countries where the United States has little or no diplomatic presence, or countries such as Syria where the situation is too dangerous to send diplomats, the embassy at the Vatican serves another purpose..…read more
El mismo día, 14 de marzo, en su TRIBUNA, EL MUNDO publicaba un artículo del periodista y escritor italiano Vittorio Messori, especializado en temas religiosos, titulado Una apuesta geopolítica. En él adelantaba que el nuevo Papa llega con dos misiones: Latinoamérica y la Curia. Sus reflexiones sobre las prioridades internacionales del nuevo Pontífice llenan algunos vacíos no cubiertos por mi análisis y el de la CNN.
Una apuesta geopolítica. Por Vittorio Messori (Texto en PDF) Publicado en EL MUNDO el 14 de marzo de 2013, pág. 21