En los primeros años de la transición, el entonces ministro español de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, solía lamentar, en conversaciones informales con los periodistas que cubríamos la diplomacia española, la falta de instituciones especializadas o think tanks dedicados al análisis de la política exterior y de seguridad. «Tenemos el INCIPE y poco más», releo en uno de mis cuadernos de notas de la época. «Pero cuando viene a España un dignatario extranjero, tenemos pocos sitios en los que pueda exponer y debatir salvo la Escuela Diplomática«.
Seguimos padeciendo cierta sequía, sin duda, pero se ha avanzado mucho. CIDOB, con sus informes anuales, FRIDE, la Fundación Alternativas, con su observatorio durante algunos años, el Real Instituto Elcano, el antiguo Centro de Investigación para la Paz, el Instituto de Estudios Estratégicos, algunas editoriales especializadas en internacional y numerosos institutos y departamentos universitarios ofrecen hoy análisis y espacio para la investigación y el debate suficiente para superar la capacidad de seguimiento de cualquier investigador individual y de muchos grupos, en general reducidos, de observación académica.
El programa de Política Exterior española de Elcano es, con el CIDOB, uno de l0s más fructíferos en los últimos años. El informe del que hoy nos hacemos eco, España en el mundo durante 2013: perspectivas y desafíos, es buena prueba de ello.
Coordinado por Ignacio Molina y publicado el 13 de febrero de 2013, se trata de un trabajo de equipo, en el que han participado casi todos los investigadores del instituto.
Tras una breve introducción sobre los cambios internacionales desde el fin de la Guerra Fría, cambios que, históricamente, en cada transformación de sistema, suelen prolongarse, hasta su maduración y estabilización definitiva, entre una y dos generaciones, los autores destacan el declive relativo de Europa y, en consecuencia, también de España como parte inseparable de Europa- en la nueva revolución geopolítica, la conversión de la política exterior en «una de las más importantes políticas interiores» y la necesidad urgente de adaptarnos a los nuevos parámetros globales.
Los españoles siempre miramos al norte, a Europa, y lo hacemos con envidia y cierto complejo de inferioridad: queremos ser europeos porque, en cierto modo, creemos no serlo, o no del todo (y recordemos a Ortega: Europa como solución de nuestros problemas). Miramos al oeste (a Portugal y más allá, a América Latina) con cierto complejo de superioridad (ya obsoleto), como si quisiéramos ser ejemplo y modelo para ellos. ¿Y respecto al sur? Respecto al sur, simplemente, no miramos, o miramos poco, casi como si deseáramos que no existiera nuestro sur, que el mundo se acabara en Gibraltar. En virtud de ello, la política exterior española se ha articulado en los famosos cuatro vectores: para comenzar, la UE, pues España es y desea ser Europa; en segundo lugar, un europeísmo atlantista, pues la UE no puede existir sin la OTAN; en tercer lugar, América Latina, pues juntos somos Iberoamérica; y finalmente el Magreb, nuestra frontera sur, la verdadera frontera. Ni nuestros intereses iban mucho más allá ni nuestros recursos daban para mucho más.
La conclusión principal es que esas cuatro prioridades geográficas deben adaptarse a las nuevas circunstancias.
Ensimismada en una grave crisis económica, la UE no acaba de avanzar; además, Europa no es ya “el” problema para EEUU, y Washington mira, “pivota”, hacia el Pacífico; América Latina, por el contrario, se ha hecho mayor, ha crecido, y ya no mira a España con admiración; y el Mediterráneo sur está ardiendo, quién sabe si para bien.
La conclusión es que España no puede permitirse el lujo de no repensar su política exterior, no por ideología o cambio de mayoría de gobierno ni por exigencia de un nuevo “consenso”, sino, lisa y llanamente, porque se enfrenta a un mundo diferente. Quien no cambia de opinión cuando cambian las circunstancias es un irresponsable.
Conscientes de que la crisis -económica, pero también política- , «la más grave desde el final de la Dictadura», debilita la credibilidad de la diplomacia española y reduce sus recursos, obligando a todos a hacer más con menos, los autores han pretendido
hacer el mapa –o al menos un mapa– de la política exterior española para el año próximo. Se trata de un producto novedoso, que el RIE espera consolidar en el futuro. Publicar al principio de cada año una nueva edición, que contenga la agenda de los retos del año y una previsión de posibles desarrollos, en la que también se dará cuenta de si durante el año recién terminado se han cumplido los vaticinios que se habían realizado 12 meses atrás. Un arriesgado ejercicio, que pondrá a prueba nuestra capacidad de análisis y de prospectiva.
En sus conclusiones, Charles Powell, director del RIE desde 2012, anticipa un 2013 relativamente tranquilo para la política internacional en comparación con los años inmediatamente anteriores.
Sin embargo, durante este año de transición y calma relativa, España seguirá encontrándose en el centro de una tormenta perfecta, formada por la recesión, el desempleo, el endeudamiento, una elevada prima de riesgo, los recortes, el malestar social, la deslegitimación institucional, las denuncias de corrupción, las tensiones territoriales (con un desafío independentista en Cataluña especialmente grave), la pérdida de imagen internacional, la vulnerabilidad diplomática y el repliegue de la cooperación y de la proyección militar.
El 13 de marzo se presentaba el informe en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en un encuentro moderado por el director del Real Instituto Elcano, Charles Powell, y con la intervención de los investigadores principales del Instituto: Félix Arteaga, Seguridad y Defensa; Gonzalo Escribano, Energía; Carlos Malamud, América Latina; Ignacio Molina, Europa; e Iliana Olivié, Cooperación Internacional y Desarrollo. (FOTOS de la presentación)