Alejado hasta finales de 2012 de twitter y de los blogs por considerarlos una pérdida de tiempo, he tardado mucho, demasiado, en descubrir joyas literarias, informativas, periodísticas… en los nuevos medios, muchas de ellas obras de maestros en los medios tradicionales.
Uno de esos maestros es, para mì, Juan Pedro Quiñonero, una de las primeras personas que conocí en el diario Informaciones cuando entré de prácticas a comienzos de los años 70. Yo tenía unos 20 años y Juan Pedro, por entonces un joven todo terreno en la sección de cultura y sociedad, dirigida, creo recordar, por Rafael Conte, fue el primer redactor del periódico que, sin conocerme de nada, me invitó a comer en un chino al lado de la Plaza de los cines Luna, detrás de Callao, que, aunque muy deteriorado, todavía parece sobrevivir.
En aquella comida me contó sus comienzos en el periódico, me dio algunos consejos elementales pero muy útiles y, sobre todo, me animó a no perder la confianza y a romper el miedo que, como a la mayor parte de los novatos, sobre todo cuando vienes de pueblo y no conoces a nadie en la capital ni tienes a nadie conocido en la profesión, suele atenazarte.
Tres o cuatro años después yo estaba de corresponsal del diario en Nueva York y Juan Pedro había sustituido a Rafael Conte como corresponsal en París, de donde nunca más volvió. Se convirtió, creo, en el corresponsal español más veterano en Francia, desde hace muchos años con ABC. Aparte de sus excelentes crónicas políticas, Juan Pedro, a quien fiché durante unos meses -los que estuve de jefe de internacional en el periódico- como corresponsal de Cinco Días en la capital francesa a comienzos de los ochenta, ha demostrado, en sus libros y en sus artículos, una formación literaria muy lejos del alcance de la mayor parte de nuestros compañeros de profesión.
En este blog, Una temporada en el infierno, demuestra y confirma todas esta viejas impresiones mías, renovadas hoy con fuerza, y da ejemplo a los más jóvenes de una energía sin límites por todo aquello que interesa, asombra, fascina, enriquece o, simplemente, rompe la monotonía. Soberbio en ocasiones, brillante en otras, jamás mediocre y siempre enseñándonos ángulos, matices, rostros, colores, autores y hechos que pocos ojos son capaces de ver con tanta nitidez.
Artículos recientes de Juan Pedro en el momento de escribir esta entrada, el 9 de marzo de 2013
La parisina y la publicidad, 19… española, a 19,99 euros
Voluptuosidad en el desierto, 5… porno soft y velo islámico
Hollande, el presidente más impopular de la V República
La parisina y la publicidad, 18… en rojos, con bolso italiano
Corrupción y nidos de reptiles agravan economía de la incultura
De Palacio de Castilla a hotel chino: metamorfosis de París
Joven parisina, lectora de Stendhal
El PP, El País y la corrupción de España