Historia y propaganda. Ante la Leyenda Negra: ¿análisis o pereza?
José Sánchez Tortosa – 25-12-2014
La Historia es el relato del hecho, no el hecho[1]. Por eso, como disciplina académica, está condenada a reescribir el pasado. Puede hacerlo construyendo mitos, alimentando prejuicios o, incluso, produciéndolos. O puede hacerlo con la modestia del investigador que se limita a sacar a la luz los datos, los documentos y las pruebas que permitan reventar los mitos, refugios de la identidad hechos de amnesia y capaces de formatear la mentalidad grupal hegemónica. Con ese material objetivo se podrá articular un relato dotado de cierto orden, asumido el carácter racional, aunque inagotable, de lo real. Es en el olvido u ocultación de datos, en las interpretaciones, habitualmente ancladas en prejuicios o pereza mental, y en la forja de mitos, donde se teje y difunde la propaganda, que germina en ambientes culturales proclives a la debilidad, a la decadencia, al esnobismo y a la inercia intelectual, por muy administrativamente alfabetizados que estén los sujetos que los habitan[2]. En esos contextos, los vocablos más pomposos, hinchados con todo el poder del lenguaje vulgar y de la metafísica popular, ese vacío al servicio de los clichés de masas, imperan sobre los análisis y los matices. Y es que somos siervos satisfechos de las grandes palabras. Va en la propia inercia del lenguaje, en la mera economía verbal, reemplazar el análisis complejo, minucioso, detallado, preciso y fatigoso del material historiográfico por vagas referencias genéricas que anegan, bajo la metonimia, la heterogeneidad y riqueza de la realidad. El cuantificador lógico todo, en sus variantes más cínicas o ingenuas, pasa a ser, trasplantado al plano de la realidad histórica, escudo mental e institucional con el cual defenderse de la realidad, cruda e inhóspita.