Growing economic inequality, increasing joblessness, global pollution and severe weather events are among the world’s most pressing threats, according to a report released on November 7 by the World Economic Forum’s Global Agenda Councils, which surveyed 1,767 leaders from academia, business, government and non-profits.
This is how Jacob Poushter introduced his review for Pew Research FACTTANK of the report.
Link here to read Poshter’s look at how the report ranked the top threats, along with public views around the world on select topics
In order to understand and contextualize the report in the security field, the author recalls a survey published by Pew in the spring of 2013 about the perceptions of major threats. Here are the results:
Si se fijan, entre las amenazas principales no aparece la Rusia de Putin y la razón es bien sencilla: aún no se había producido el choque por Ucrania.
En las encuestas más recientes y, sobre todo, en los discursos y análisis oficiales de los principales think tanks, la crisis de Ucrania rivaliza con la guerra en Siria e Irak y las tensiones territoriales de Asia como los desafíos para urgentes para la seguridad internacional.
Dedicaré los minutos que tengo a los dos primeros, respondiendo a dos preguntas:
1- ¿Estamos realmente en una nueva guerra fría como escuchamos casi a diario a causa de los cambios en el gobierno de Ucrania y en sus alianzas?
2- Si como repetía el exsecretario de Defensa estadounidense, Chuck Hagel, en sus últimas semanas al frente del Pentágono, la información que nos llega del escenario bélico sirio-iraquí es tan insuficiente e imprecisa -«un mosaico de muchas imágenes de muchos factores que cambian constantemente», según sus propias palabras-, ¿para qué escenarios debería estar preparada la Alianza Atlántica?
Sobre la real o imaginaria nueva guerra fría, NO: los actores, las amenazas, los riesgos, la agenda…. es decir, los principales elementos que definen la etapa histórica así bautizada han cambiado, son diferentes.
Sin embargo, se ha perdido -si está definitivamente cerrada o no es menos claro- la ventana de oportunidad abierta tras la caída del muro de Berlín para poner fin definitivamente a la gran fractura provocada hace casi un sigo por la revolución bolchevique y la consiguiente división del mundo en dos bloques ideológicos con aspiración universal enfrentados en todos los ámbitos.
Recapitulemos. Desde 2008 se multiplican las señales de confrontación y disminuyen las de cooperación. El reset de Obama, el nuevo acuerdo START, las sanciones a Irán, la coopeación en la ruta del norte a Afganistán, la seguridad de los materiales nucleares y la cooperación bilateral impulsada desde 2009 por la Comisión Presidencial ruso-estadounidense, formada por 20 grupos (reforma de prisiones, educación militar, contraterrorismo, emergencias civiles….) están paralizadas u olvidadas.
Lo que no habían logrado los enfrentamientos por Georgia en Ossetia y Abjazia, y las diferencias sobre la represión interna de la oposición lo ha conseguido el conflicto de Ucrania. Se acabó la ambigüedad (ni amigos ni enemigos) que había caracterizado la relación entre Rusia y la OTAN desde mediados de los 90. Volvemos a ser adversarios, con discursos, narrativas, interpretaciones de las causas de esta deriva en las relaciones cada día más parecidos a los de la guerra fría.
NO es un choque global, como lo fue entonces. No existe la estructura bipolar de entonces, ni, afortunadamente, existen los ismos (capitalismo liberal frente a comunismo) que permeaban las relaciones entonces.
Pero SI: el lenguaje, la comunicación, la intensa propaganda y desinformación en uno y otro lado tienen muchos ecos de la guerra fría. Toda la culpa es del otro. Cada parte ignora las causas y justificaciones de las acciones del otro. Nadie espera nada o casi nada del otro. El discurso de Putin de marzo de 2014 recordó a muchos el de Stalin de febrero del 46 y el de Obama por las mismas fechas al de Churchill en marzo del 46.
¿Cómo han respondido unos y otros? Con el fin de la cooperación militar, sanciones económicas, represalias en escalada, interrupción o fuertes restricciones a los intercambio de tecnologia, suspensión de la cooperación espacial a plazo fijo… Medidas tópicas típicas de la guerra fría.
Naturalmente que el epicentro del conflicto no es el mismo. Las fronteras se han alejado de Europa central y oriental a un telón nuevo (no me atrevo a llamarlo todavía de acero) que va desde el Mar Negro y Crimea hasta el Ártico, partiendo el Cáucaso y bordeando los bálticos.
Han pasado 25 años, la desigualdad y debilidad de la nueva Rusia con la nueva OTAN es evidente. Sólo la economía estadounidense es 8 veces la de Rusia y su presupuesto militar, 7 veces el de Rusia. Luego NO.
Y sin embargo SI, porque tampoco en la guerra fría hubo nunca igualdad de recursos económicos y militares. Tan es así que el equipo dirigente presidido por Gorbachov a partir de 1985 arrojó la toalla precisamente porque no podía seguir compitiendo en la carrera tecnológica.
Puede que la guerra fría de la que se habla hoy tenga tanto de MITO como, para algunos historiadores, tuvo siempre la guerra fría del 49 al 89, pero, como señala el profesor de Yale Immanuel Wallerstein en un artículo publicado el 15/9/2014 por Agence Global, estamos observando una multiplicación de actos reflejos y de gestos madurados con tiempo por grupos perfectamente identificados tanto en Occidente como en Moscú y empeñados en avanzar sus peones a costa del otro, sin importarles las consecuencias.
Es un comportamiento muy peligroso porque las consecuencias son muy graves y las estamos padeciendo ya millones de europeos.
- Los conflictos aumentan en número y en gravedad sin diálogo y cooperación entre Rusia y la OTAN
- Sus posibilidades de solución disminuyen
- El precio de la renovada tensión es difícil de cuantificar, pero me temo que pronto tendremos estadísticas sorprendentes, que situarán ese precio en niveles comparables o más elevados que los de algunas de las peores guerras calientes del último decenio
- La nueva confrontación desvía recursos y atención de lo esencial, que debería ser la modernización de estructuras, las reformas para acelerar la superación de la crisis, el antiterrorismo, la democratización y el desarrollo sostenible en todos los ámbitos
- En las actuales circunstancias se hace más difícil avanzar hacia nuevos pactos nucleares o aplidar los ya firmados
- Se complica igualmente la posibilidad de los compromisos globales necesarios para la siguiente fase de la lucha contra el cambio climático tras Kioto, la explotación ordenada del Ártico, el impulso del tan cacareado espacio europeo de energía, la reforma tan necesaria de las organizaciones internacionales más importantes….
¿Qué respuestas deberían apoyar la OTAN y cada uno de sus miembros?
- Facilitar, en primer lugar, el cumplimiento del acuerdo de septiembre, que, como saben, no es un acuerdo de paz y no se está respetando
- Un marco de diálogo con los parámetros que ya en diciembre del año pasado proponían Henry Kissinger desde los EE.UU. y Karaganov desde Rusia. Cuanto antes se abra ese proceso, mejor para todos. Sin él, no habrá paz en Ucrania, aunque se logre evitar una guerra generalizada.
- Es prioritario recuperar la confianza perdida y las condiciones políticas -tanto en la Rusia de Putin como en los EE.UU. del final de Obama en la Casa Blanca sin mayoría demócrata en ningúna cámara del Congreso- no son mejores que hace uno, dos o tres años. Al contario.
- A pesar de ello, los miembros de la OTAN deberíamos apoyar conversarciones directas sin condiciones con Moscú , dejar de culpar al otro y trabajar para reconducir el distorsionado mapa de percepciones que hoy sirve a unos y otros de hoja de ruta o bitácora.
NO, no estamos en la Guerra Fría, pero SI….
-Hemos entrado en un cúmulo de percepciones erróneas sobre las motivaciones del otro
-Hemos abusado de discursos hostiles, cargados de acusaciones mutuas
COMO EN LOS PEORES TIEMPOS DE LA GUERRA FRÍA…..
y
Hay que centrarse en los hechos, no en las visiones u opiniones del otro
Ayudar a Ucrania y restablecer la ambigüedad de la asociación con Rusia, si no una cooperación más intensa, costará dinero, mucho dinero, pero siempre será calderilla comparado con lo que supone seguir con la escalada de la confrontación en la que nos han embarcado en el último año y medio.
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