Relaciones Internacionales – Comunicación Internacional

Los periodistas ante un mundo nuevo

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Ayer, miércoles 24 de septiembre, el presidente estadounidense, Barack Obama, se dirigía al mundo desde una nueva sesión de la Asamblea General de la ONU con este discurso.

El mundo en la encrucijada: Obama ante la ONU. CNN en Español: Videos – http://CNN.com  Blogs http://cnnespanol.cnn.com/2014/09/24/ban-ki-moon-inaugura-la-asamblea-general-de-la-onu/  

En la Guerra Fría vivíamos mejor, parecen decirnos cada día muchos políticos y periodistas. ¿Qué quieren decir? Que en el mundo bipolar las fronteras estaban mucho más claras.

La diferencia entre nosotros y ellos, los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, ofrecía pocas dudas.

Las reglas de juego de la sociedad internacional y las funciones de los periodistas que la cubrimos eran bastante claras.

Hoy fronteras y reglas se han difuminado, el número de actores con identidades y objetivos cada vez menos claros se ha multiplicado y la agenda –la nuestra (como redactores, corresponsales, enviados especiales y comentaristas) y la de esos múltiples actores- se ha abierto, volviéndose mucho más compleja tanto su comprensión como su cobertura informativa.

Hace unos días escuché a uno de los principales columnistas del New York Times,  el heredero desde 1995 del despacho y la mesa de James Reston.

Viajó al siglo XXII, echó una mirada retrospectiva a nuestra época y la resumió en tres grandes tendencias, que bautizó con estos términos: mercado, madre naturaleza y la ley de Moore.

Tras esas palabras se esconden los ordenadores que ganan a los mejores ajedrecistas del mundo, las granjas robotizadas, los drones sin piloto, los coches sin conductor, la aceleración de las aplicaciones tecnológicas, la reducción paralela de los precios por unidad, el fin del mercado de la oferta, el imperio del mercado de la demanda, el paraíso de los consumidores, la destrucción acelerada de los recursos  naturales y de la sostenibilidad del planeta, la multiplicación de sociedades plurales sin pluralismo y de las desigualdades, las guerras en el ciberespacio, las alianzas en constante mutación, las armas digitales…

Me sorprendió que no incluyera el 11S, ni la caída del Muro de Berlín, ni la ruptura de países centenarios o seculares, ni la proliferación de actores nacionales e internacionales mucho más difíciles de controlar gracias a la revolución de las comunicaciones -con Internet de buque insignia de la flota- , ni la gran recesión desatada por la crisis de los bonos basura, ni el histórico retorno de China al puesto internacional de superpotencia que ocupó durante miles de años y que perdió en el siglo XIX.

Las  columnas en el Times y los libros de este periodista son un espejo trasparente de lo que quiere decir, pero nos aconsejó leer The second machine age, de los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, para comprender mejor el significado de esos tres términos con los que resumió el futuro que nos espera. En relación con el sistema internacional del que venimos, declaró:

«En el sistema internacional en el que nos adentramos la principal división ya no será Este-Oeste, ni Norte-Sur, ni Comunismo-Capitalismo…, sino entre el Mundo del Orden y el Mundo del Desorden»

En el primero de esos mundos habrá un orden sostenible -el democrático- y un orden impuesto -el autoritario-, pero el precio de la imposición (guerras, intervenciones, represiones, invasiones, ocupaciones….) cada vez será más alto e inasumible por unos ciudadanos hiperinformados (no necesariamente mejor formados), organizados en redes transfronterizas cada vez menos controlables por los Gobiernos nacionales y sin ataduras o raíces permanentes a los viejos dioses de las etnias, las religiones, las ideologías, las razas y los nacionalismos de todos los pelajes, reales o inventados por minorías ambiciosas de poder.

Para sobrevivir y prosperar en este nuevo mundo, sería aconsejable:

  1. pensar siempre  como nuevos inmigrantes, como optimistas paranoicos
  2. pensar y actuar como lo que seremos: todos artesanos, inventando y reinventado su trabajo
  3. aceptar y actuar sabiendo que la carrera empieza cuando aprendes a leer y a escribir, y no termina nunca, hasta la muerte
  4. entender que el éxito o el fracaso dependen, sobre todo, de la motivación, especialmente si en cinco años ha desaparecido la llamada brecha digital, que no hace mucho tiempo se citaba como el nuevo abismo que separaría a pobres y ricos en la sociedad global.

Si el rol principal del periodista cuando Reston ocupaba su despacho en el New York Times hace medio siglo consistía en un 70 por ciento, como dejó escrito en The Artilley of the Press, en llevar la información que interesa del poder a los ciudadanos y de unos ciudadanos a otros, como el mejor de los carteros, ¿cuál es y será la función de los periodistas en este nuevo mundo?

«Simplificar lo complejo», respondió. Fácil de decir, pero todo un desafío en el mundo omnipresente, interdependiente, complejo, acelerado, cada vez con más riesgos y más incierto que describí hace ya algunos años en mi libro De Gutenberg a Internet. La Sociedad Internacional de la Información.

Cómo explicar lo que sucede de forma correcta y comprensible tras una selección de lo relevante con unos criterios rigurosos desde un conocimiento profundo de la realidad que contamos es y será, cada vez más, el gran reto de los periodistas en un mundo en el que los periodistas han dejado de ser los intermediarios imprescindibles y, para muchos, más importantes. Si todos pueden ser informadores en las redes, el monopolio de esa intermediación que teníamos políticos y periodistas desaparece. Tanto el político como el periodista estás obligados a adaptarse. Lo claman en la calle movimientos de protesta y lo reclaman los ciudadanos en las urnas votando (con v) a fuerzas nuevas y botando (con b) a otras que parecían indestructibles.

“Es difícil encontrar una situación internacional con tantos riesgos y con tanta incertidumbre como la actual”, afirmaba esta semana el jefe de uno de los servicios secretos más importantes de Europa en uno de los principales think tanks de Madrid.

Los riesgos más graves no son siempre –según Javier Solana, casi nunca- los que llegan a las portadas de los grandes medios, salvo cuando ya es demasiado tarde. De modo que suelen pasar desapercibidos para la mayoría o no se valoran como se debería: el grifo que abrimos cada mañana para que salga agua potable, el medio de transporte al que subimos con la confianza de un desplazamiento seguro, la gasolina al alcance de cualquiera, tocar una llave y que se encienda la luz, todo a un precio que podamos pagar. Y no hablemos de los ordenadores, tabletas y móviles sin los que la sociedad actual no podría funcionar….

Todo funciona, con las imperfecciones que se quiera pero funciona, en la mayor parte del mundo gracias a la seguridad de fuerzas armadas, policías, servicios diplomáticos y servicios secretos con la ayuda de la mayor parte de los ciudadanos. Sin la cooperación creciente de las empresas, del sector privado, de las ONG, de la sociedad civil, cada día es más difícil.

Tenemos la suerte –teneis la suerte- de vivir en un país del mundo donde, por primera vez en más de medio siglo, ninguno de los riesgos prioritarios tiene su origen en el interior. Con ETA asesinando, durante 53 años no fue así.

Ayer –en la Asamblea General y en la sesión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la ONU tras la aprobación por unanimidad de una nueva resolución contra el terrorismo yihadista-, vimos y escuchamos los mapas de riesgos y amenazas que, en opinión de los actores estatales de todos los continentes (grandes y pequeños, ricos y pobres, fuertes y débiles), amenazan hoy la seguridad del planeta.

El yihadismo violento representado por Al Qaeda, sus sucursales y sus ex filiales como ISIS se ha convertido en el desafío número 1. Afganistán e Irak, tras más de una década de guerras, la desestabilización o ruptura de varios países árabes tras el fracaso de la sacudida o primavera que nunca floreció y sus secuelas en el Sahel vendrían detrás, condicionados por el extremismo violento y agravados en África occidental hoy por una epidemia más letal que las últimas combinadas.

Las ambiciones nucleares de países como Irán y Corea del Norte, los nacionalismos resurgentes de estados y de regiones -unos para unir o mantener estados poderosos, otros para romperlos- y repartos de influencia geoestratégica sin cerrar tras la Guerra Fría, como el del espacio ucraniano y caucásico, son otras amenazas prioritarias para el sistema, con regímenes obsoletos frente a crisis como la recesión económica de los últimos años y las ciberamenazas que, contadas por miles o millones cada día, tienen en vilo permanente a estados y empresas, a militares y civiles.

Desde el 11-S en 2001 y la crisis de Lehman Brothers, en 2008, se ha avanzado mucho en la construcción de diques o defensas contra muchos de estos riesgos, pero cuesta superar intereses de casi un siglo, acabar con privilegios en Organizaciones y Mercados con reglas fijadas tras la segunda guerra mundial.

EN SIRIA e IRAK asistimos a varias guerras interconectadas, con orígenes y causas muy diferentes, que han ido solapándose y transformándose, desarticulando países y amenazando con una confrontación prolongada y más peligrosa entre suníes y chiíes, entre extremistas de una y otra rama del Islam, entre mayorías y minorías, entre fuerzas locales y foráneas, con alianzas cambiantes, ad hoc. En la vecindad, estancado y con erupciones violentas cada pocos años, sigue sin solución el conflicto palestino-israelí.

Sin fuerzas de tierra y sin Gobiernos capaces de frenar el avance extremista y dar respuestas eficaces a la frustración de una población suní marginada en Siria e Irak no se ven resultados satisfactorios a corto o medio plazo en la nueva estrategia estadounidense de bombardeos. Podrán frenar la ocupación de territorio por ISIS o impedir que su “califato” se consolide, pero, como señalaba ayer mismo el New York Times en su editorial, pueden reforzar la legitimidad del Estado Islámico y no producirán la estabilidad deseable  en la zona en bastante tiempo.

Demasiadas contradicciones. Los EE.UU. e Irán coinciden en Irak contra el Estado Islámico, pero no en Siria. Debilitar o derrotar al Estados Islámico sin reforzar a Assad parece hoy la cuadratura del círculo.

La fuerza de ISIS no se debe a su inteligencia o atractivo, sino a su alianza con los suníes sirios e iraquíes que los regímenes de Damasco y, tras la invasión de Irak en 2003, de Bagdad no han sabido o querido integrar.

Creer que los árabes harán el trabajo sucio en tierra para los Estados Unidos es un error y no hay consenso ni voluntad ni apoyo para volver a desplegar de 50.000 a 100.000 soldados occidentales en la región.

Se necesitan, pues, soluciones políticas, pactos que acaben con la discriminación de unos y otros. El acercamiento entre EE.UU. e Irán y entre Irán y Arabia Saudí ayudaría. En cualquier caso, hay que prepararse para un pulso difícil y prolongado. No estamos ante guerras por ideología y, aunque pocos lo vean así, ni siquiera por religión, sino ante guerras por el control de territorio y de las riquezas que subyacen en dicho territorio.

“Hemos hecho un diagnóstico equivocado del problema”, afirmaba Ahmed Rashid hace unos días en Madrid. “Se trata de una guerra dentro del Islam”, añadía.

Los talibán ya estaban matando chiíes en 1993. Al Qaeda aceleró, intensificó y agravó el proceso y el ISIS puede verse como un peldaño más en la misma dirección.

Los primeros que no han comprendido la naturaleza del problema al que nos enfrentamos han sido los dirigentes de todos estos países. Los que dependían de la Guerra Fría perdieron el poder o se vieron obligados a aceptar reformas. Los dirigentes musulmanes no. Se resistieron al cambio y, en su mayor parte, siguen resistiéndose.

La intervención en Afganistán y Pakistán tras el 11-S tal vez fuera necesaria, pero la reconstrucción tras el desmantelamiento del régimen talibán ha sido un fracaso. La transición política pende de un hilo –esperemos que sobreviva el acuerdo del fin de semana entre los dos candidatos para repartirse el poder-, la transición militar es muy incierta por falta de presupuesto y de voluntad, la economía es una ruina, los vecinos –Pakistán sobre todo- siguen sin aceptar un Afganistán verdaderamente independiente, y la clase dirigente sigue completamente dividida por etnias, religión y control del negocio de la heroína y del maná de la cooperación. A tres meses de la salida de casi todas las tropas extranjeras, todavía no se sabe qué pasará con la ayuda militar y económica exterior, de la que depende, para su supervivencia, el régimen de Kabul.

En cuanto a Pakistán, es un país dominado por los militares y los extremistas, con unas instituciones corrompidas por completo, rodeado de enemigos –si salvamos a China- y nuclearizado. La paz con la India, la renuncia de los militares a intervenir en política y el control de los movimientos extremistas –según Rashid entre 100.000 y 200.000 hombres armados- son condiciones necesarias, pero muy difíciles de cumplir, para garantizar un futuro estable.

La intervención en Libia –con mandato de la ONU, sin fuerzas extranjeras de tierra, en coalición y con apoyo suficiente de la opinión pública internacional y de la población local- pareció alumbrar el inicio de una nueva era: la del intervencionismo humanitario y democrático en aplicación de la responsabilidad de proteger aprobada por la ONU en 2005. Nuevo error.

Tras acabar con Gadafi, Europa y los EE.UU. se olvidaron de que no había una Administración y unas instituciones que sostuvieran el país, no invirtieron en reconstruir lo destruido y las regiones principales se separaron, con fuerzas locales luchando por el control del petróleo, del arsenal de armas y de las milicias de Gadafi, que han servido para reforzar las franquicias de Al Qaeda en toda la región.

En el mejor programa de información internacional que se emite hoy en la radio española, Cinco Continentes (Radio 5), me preguntaba Miguel Molleda hace pocos días cómo había cambiado la información internacional desde la Guerra Fría. Les invito a escuchar mis respuestas.

(Mi entrevista, de 0:28:28 a 0:36:10. Emitido el 9 de septiembre de 2014)

¿Qué ha sucedido con el corresponsal, con el corresponsal de guerra y con el enviado especial a los conflictos, mitificado por muchos y considerado por otros hoy una especie en extinción?

La semana pasado recibía un trabajo de un alumno del Master de Relaciones Internacionales inaugurado por el Profesor Rafael Calduch el curso pasado en la universidad Camilo José Cela. No es un alumno más. Se trata de un Teniente de Navío, Aurelio Soto, con experiencia en la comunicación de las Fuerzas Armadas. A partir de algunas de las numerosas entradas sobre los corresponsales en este blog y de entrevistas personales, sintetizó -creo que con sencillez y brillantez- en ocho minutos un siglo de respuestas a esa pregunta. (NOTA: El video no es posible descargarlo de momento, pero si alguien está interesado, consultamos con el autor y buscamos la solución).

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Texto del discurso en español (Nueva York, 24.9.2014)

AUDIO EN ESPAÑOL

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