Panorama Estratégico 2014 (Texto completo en PDF)
En la presentación, a las 18 horas del 24 de abril en el CESEDEN (Paseo de la Castellana, 61) intervendrán los directores del Centro y del IEEE, el coordinador de la edición y tres de los cinco coautores: Andrés Ortega, Juan Pablo de Laiglesia y Mario A. Laborie.
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¿Cómo está el mundo? Primero las luces.
-el euro fuera de peligro,
-las economías de la OCDE recuperándose,
-el desarme químico de Siria bien avanzado,
-el umbral de enriquecimiento de uranio de Irán alejándose de la línea roja que nos mostró Netanyahu en la ONU en septiembre,
-Al Qaeda transformándose y fragmentándose, pero con tantos o más seguidores que hace 20 años y sucursales mucho más fuertes que la Al Qaeda de finales de los 90 en Afganistán,
-la amenaza norcoreana –se prepare o no para otra prueba nuclear o nuevos lanzamientos de misiles de mayor alcance- bajo un control disuasorio frágil, control que depende militarmente de los EE.UU. y en lo económico y diplomático de China,
-un tercio de la humanidad votando o preparándose para hacerlo.
Entre las sombras sobresalen la deriva que ha tomado el despertar árabe en Siria, Egipto y Libia, los riesgos que presentan las guerras de Afganistán e Irak tras la retirada de las fuerzas extranjeras, las guerras civiles que siguen asolando parte de África, con riesgo de nuevos genocidios y hambrunas, el estancamiento del conflicto palestino-israelí, y, principalmente, los desafíos de la nueva Rusia y del restablecido imperio del medio.
Distinguiendo lo urgente de lo importante, el factor más decisivo en el panorama estratégico en los próximos cuatro años será, probablemente, el comportamiento de Vladimir Putin en la crisis de Ucrania y el de Xi Jinping en los mares de China, comportamientos que el internacionalista francés Dominique Moisi considera ejemplos preocupantes de dirigentes que no han aprendido las lecciones de la historia.
Seguramente nos equivocamos cuando personalizamos comportamientos de Rusia y China, pero –como se demuestra esta semana en el viaje por cuatro países asiáticos de Obama- los desafíos que presentan las dos potencias ex comunistas siguen abiertos y agravándose. De su evolución puede depender el equilibrio de Europa y de Asia en los próximos años.
Ucrania no debería dividirse, como ya sucedió tres veces con Polonia a finales del XVIII, y China, si se excede en sus ambiciones regionales, pondría en peligro los éxitos económicos y diplomáticos conseguidos en los últimos 20 años.
Normalmente los historiadores escriben con la ventaja de la perspectiva que permite el paso de los años. Es difícil que la información más relevante salga a la luz con la inmediatez que nos exigen la actualidad, la presión de la opinión pública o la urgencia a la que se ven sometidos los Gobiernos en el mundo de hoy.
Se necesita tiempo, que los depositarios de esa información escriban sus memorias o relaten por otros medios lo sucedido, se abran los archivos y, sobre todo, que desaparezca el miedo. Hechos que hoy parecen triviales o secundarios pueden resultar decisivos con el tiempo y hechos que hoy parecen trascendentales con frecuencia se vuelven insignificantes en la distancia.
En los análisis estratégicos, diplomáticos y políticos suele ignorarse o subestimarse casi siempre el factor tecnológico. Releyendo esta mañana en el New York Times del 16 de agosto de 1964 el mundo en 2014 que Isaac Asimov imaginó tras visitar la Feria Mundial de Nueva York, me parece imprescindible.
Para bien o para mal, los gobernantes rara vez –y menos tras la revolución de las comunicaciones en el último cuarto de siglo- tienen el lujo de esperar. Las reflexiones llamadas estratégicas son intentos de llenar ese vacío, superando las limitaciones del análisis en caliente, del día a día, en la toma de decisiones.
Muchos conocen seguramente el adagio militar, según el cual los aficionados se dedican a la estrategia, mientras los profesionales se encargan de la logística. Es el viejo dilema entre el pensamiento y la acción, entre el corto y el largo plazo. Como casi todos los adagios, son simplificaciones que cofunden más que aclaran.
Desde que, en el curso 1996-1997, de la mano del teniente general Javier Pardo de Santallana, se puso en marcha en esta casa la edición de un Panorama estratégico con periodicidad anual, sus responsables han procurado recoger los acontecimientos más destacados del último año con un enfoque prospectivo, desde una reflexión sobre las causas y las consecuencias de dichos acontecimientos.
Han pasado ya 18 años. En cada edición, con recursos limitados, se ha ido alternando el estudio de los principales conflictos con el análisis de los riesgos y amenazas regionales y globales, y los desafíos de la gobernanza mundial, sin perder de vista los que afectan más directamente a la seguridad española.
Teniendo en cuenta las líneas de trabajo del Instituto de Estudios Estratégicos y las directrices del general Miguel Ángel Ballesteros, su director, para la edición de este año se han elegido cinco temas: las dinámicas internas y externas en la transformación del mundo actual; la crisis en el sistema regional de Oriente Medio; la democratización, integración regional y globalización de América Latina; los viejos y nuevos desafíos del continente africano, y los estertores, esperemos que cada día menos intensos, de la crisis económica y financiera más grave que ha sufrido Occidente en 70 años.
Un trabajo así sólo es posible cada año gracias al esfuerzo de los colaboradores invitados: académicos, diplomáticos, militares, economistas, internacionalistas y otros profesionales que –por solidaridad con lo que esta institución representa, pues la compensación material no es un incentivo- dedican tiempo y esfuerzo a sintetizar en textos de 30-40 páginas una experiencia y un saber acumulado durante años que realmente no tiene precio.
En la edición de este año contamos con las firmas del internacionalista Andrés Ortega Klein, los diplomáticos Juan Pablo de Laiglesia y Antonio Sánchez-Benedito, el teniente coronel y analista del Instituto Mario Angel Laborie y el director de la Escuela de Hacienda Pública en el Instituto de Estudios Fiscales de Madrid, Manuel J. Díaz Corral.
En la introducción, como ya venían haciendo los coordinadores que me precedieron, resumo el contenido de Panorama tratando de buscar uno o más hilos conductores entre sus partes y de aportar alguna reflexión sobre hechos que no se recojan en los distintos capítulos o pasen más desapercibidos.
Cien años después del comienzo de la Gran Guerra, 75 años después del inicio de la segunda guerra mundial y 25 años después de la caída del muro de Berlín hacen de este 2014 una oportunidad histórica para recordar lo mejor y lo peor del continente, y extraer algunas lecciones para evitar caer en los mismos errores.
¿Se está respondiendo hoy mejor que hace un siglo a los procesos que desembocaron en estas grandes tragedias (ambiciones imperiales, nacionalismos, revoluciones populares, transformaciones tecnológicas, interdependencia creciente, globalización… todo lo que nos contó hace ya medio siglo Geoffrey Barraclough en su Introducción a la Historia Contemporánea?
¿Está hoy Europa mejor preparada para rupturas de algunos de sus estados más y menos antiguos o se está jugando de nuevo con fuego al dejar el destino de millones de británicos, por ejemplo, en manos de los escoceses?
¿Se está respondiendo con más responsabilidad y eficacia para la seguridad y la libertad a las demandas crecientes de los ciudadanos de más democracia y trasparencia en la gestión de los asuntos públicos?
Las lecciones están ahí e historiadores como Margaret MacMillan, Christopher Clark o Max Hustings nos las han recordado en sus últimos libros:
–las chispas que provocan los incendios más destructivos prenden sólo cuando encuentran condiciones propicias
–en las transiciones de un sistema internacional a otro –los momentos de aceleración pendular que decía Edward Carr en su Crisis de los Veinte Años, en 1939- crece exponencialmente el peligro de que fricciones aparentemente menores -atizadas por el orgullo, la ambición o la ignorancia de los dirigentes, el dinero, litigios históricos o diferencias étnicas, culturales y religiosas- degeneren en conflagraciones que, una vez desatadas, son muy difíciles de frenar.
–la estupidez de ir a las guerras creyendo que serán cortas, baratas, controlables y, por supuesto, victoriosas, a partir de una o dos experiencias previas, sin tener en cuenta otros ejemplos mucho más significativos y trágicos.
Una lección final, recordando a Versalles, es que, cuando las guerras terminan, si no se construyen paces seguras, estables y justas, suelen convertirse en gérmenes de nuevos conflictos.
Se han publicado miles de libros sobre las dos guerras mundiales y los expertos siguen divididos sobre causas y consecuencias, pero en algo empiezan a coincidir unos y otros: que ninguno de los dirigentes de las principales potencias responsables de ambas tragedias –las mayores matanzas en los campos de batalla en la historia de la humanidad- tuvo la grandeza, el valor, la imaginación y la inteligencia para detectar, enfrentarse a tiempo y neutralizar o desactivar las presiones que empujaban hacia el abismo, algunas de las principales con raíces en los tres últimos decenios del siglo XIX.
¿Qué paz se está construyendo desde 1990-91? ¿Se han tenido en cuenta los intereses y los sentimientos de todas las partes para evitar el revanchismo o el retorno a la paz armada del pasado?
¿Se están recogiendo estas lecciones en las estrategias de seguridad nacional recién aprobadas o en proceso de revisión a ambos lados del Atlántico?
¿Disponen hoy las grandes potencias y sus alianzas de los mecanismos adecuados, más allá de la disuasión nuclear heredada de la Guerra Fría, para evitar que factores imprevisibles, los llamados cisnes o factores x, desencadenen procesos irreversibles de destrucción?
Respecto al tercero de los aniversarios históricos citados –los 25 años de la caída del muro de Berlín-, ¿se ha reconocido el mérito debido a George Bush padre, Helmut Kohl y Mijail Gorbachov por su gestión ejemplar del momento más importante desde la segunda guerra mundial? Creo que no.
A primera vista, es difícil encontrar algún paralelismo entre lo sucedido en los meses previos al asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo el 28 de junio de 1914 y los hechos más destacados de 2013: el principio del fin de la crisis del euro, la guerra en Siria, el golpe en Egipto, el cambio de liderazgo y las nuevas reformas en China, los preocupantes bandazos del nuevo dirigente de Corea del Norte, las disputas territoriales en el Mar del Sur de China, la dimisión de un Papa, el tifón de Filipinas, la muerte de Hugo Chávez, la reelección de Merkel y de Netanyahu, la caída de Berlusconi, la recuperación de los mercados, viejos y nuevos conflictos armados en un África que dijo adiós a Mandela, la intervención francesa en Mali y en la República Centroafricana con escasa ayuda internacional, el resurgimiento de la galaxia Al Qaeda en África y Oriente Medio, la continuación de movilizaciones ciudadanas contra sus gobiernos desde Turquía a Brasil pasando por Ucrania o el conflicto entre libertad y seguridad -privacidad o protección de la comunidad- provocado por la filtración de documentos de la NSA.
Tras muchos de estos acontecimientos puntuales se divisan movimientos en fallas tectónicas o alianzas que parecían inmutables: entre el Vaticano y los conservadores tras la elección del Papa Francisco, entre Ryad, Tel Aviv y Washington tras el pacto de los EE.UU. con Irán, en la geopolítica energética por el aumento de la producción de fuentes alternativas a las de la OPEP y Rusia, entre los EE.UU. y sus principales aliados por el uso abusivo de su sistema de espionaje.
Unas breves palabras, para terminar, sobre los capítulos de África y sobre la situación económica internacional, cuyos autores no han podido acompañarnos en la presentación.
Manuel José Díaz Corral, en el último capítulo, califica la recuperación de frágil, ya que, escribe, “está condicionada por los elevados niveles de endeudamiento público y privado, por las necesidades de consolidación fiscal y unas condiciones de financiación que resultan considerablemente más estrictas para los hogares y las empresas de aquellos países con mayores dificultades”.
A partir de ahí presenta de forma exhaustiva y con abundante apoyo legal y teórico las políticas fiscales de los principales países de la OCDE, el impacto de la crisis en la aportación fiscal de las multinacionales a los Estados, los elementos que están erosionando su tributación y las respuestas de los Gobiernos y de organizaciones como la UE. Sin decirlo expresamente, pone el dedo en la llaga que está horadando de forma peligrosa uno de los fundamentos del estado de bienestar social.
Concluye su capítulo con un recorrido por el mapa fiscal de Irlanda, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Panamá y Gibraltar para, desde un análisis comparado de gran interés, demostrar lo lejos que estamos todavía del compromiso del G-20, desde sus primeras cumbres tras la crisis, para acabar con los paraísos fiscales y limpiar la maleza del sistema financiero global que hizo posible la crisis más grave del capitalismo desde 1929.
En su repaso por los numerosos claroscuros del continente africano, el diplomático Antonio Sánchez-Benedito analiza la creciente importancia del continente para la seguridad global, el sector de la energía y la lucha contra el terrorismo, el formidable desembarco de China desde mediados de los noventa y el atractivo del modelo de desarrollo oriental para muchos dirigentes africanos.
“En la nueva carrera por África, Europa, si no actualiza y refuerza los fundamentos de su relación, puede ir perdiendo progresivamente presencia e influencia”, escribe.
Para recuperar el tiempo perdido, apuesta por concentrar el diálogo en un número reducido de cuestiones estratégicas, el abandono definitivo del paradigma donante-receptor, una zona de libre comercio en 3-4 años, la defensa activa de la cooperación triangular con la ONU y organismos africanos, y un nuevo instrumento de financiación.
África y Europa, añade, seguirán necesitándose por:
-la proximidad geográfica,
-los numerosos intereses, amenazas y retos compartidos,
-la cercanía cultural y lingüística,
-el legado colonial,
-la codependencia energética,
-la corresponsabilidad en la gestión de las migraciones y
-la complementariedad de una Europa envejecida con capital y conocimiento, y un continente con abundante mano de obra poco cualificada y una economía necesitada de inversiones y de tecnología.