Recuperación económica, el atasco con el ‘brexit’ y una política exterior rotunda: los retos de la UE tras la pandemia. La Unión Europea quiere jugar un papel clave en el orden mundial derivado de la pandemia. Porque el mundo cambia y desde Bruselas quieren ser protagonistas.
Una guía sobre cómo articular mecanismos de consulta, participación y deliberación que nos ayuden a crear mejores políticas públicas.
Si la covid-19 ha provocado el retraso de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, también ha servido para reforzar el papel de un hito como éste. En un mundo en constante cambio, asolado por una pandemia de consecuencias aún desconocidas en un entorno dominado por la incertidumbre, es inaplazable poner en marcha un gran debate que defina los ejes de lo que Europa quiere ser. Si antes de la crisis de salud global esta Conferencia debía ser un momento de encuentro con la ciudadanía para diseñar el futuro, ahora puede convertirse en el inicio de una conversación que ayude a gestionar la incertidumbre, que es tanto como decir el miedo. Un miedo que, como es sabido, puede fácilmente convertirse en caldo de cultivo de populismos, autoritarismos y proteccionismos excluyentes.
La idea de repensar Europa, y en especial, su gobernanza, no es nueva ni está asociada a la covid-19. Más bien se diría que ha acompañado a la Unión Europea a lo largo de su tortuoso proceso de construcción. En este artículo de Cuadernos europeos de Deusto, el catedrático de Derecho internacional de la UPV, Juan José Álvarez, hace un repaso de la carencias en materia de gobernanza que ha ido arrastrando la construcción europea.
Tras la gestión de la crisis de 2008 y con cifras récord de desafección ciudadana, cobró especial importancia el planteamiento hecho por el entonces candidato a la presidencia de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en su alocución al Parlamento, titulada “Un nuevo comienzo para Europa: mi Agenda en materia de empleo, crecimiento, equidad y cambio democrático”. En ella dedicaba la máxima prioridad, precisamente, al “cambio democrático”.
Seis años después, en su resolución de 15 de enero de 2020, el Parlamento Europeo profundiza en esta dirección: “10 años después de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, es el momento adecuado para dar a los ciudadanos de la Unión una nueva oportunidad de mantener un debate serio sobre el futuro de Europa a fin de configurar la Unión en la que queremos convivir”, y añade, “[…] su objetivo debe ser adoptar un enfoque ascendente para interactuar directamente con los ciudadanos en un diálogo significativo, y es de la opinión de que a largo plazo debe contemplarse la posibilidad de establecer un mecanismo permanente para interactuar con los ciudadanos en la reflexión sobre el futuro de Europa”. El Parlamento Europeo anuncia así su voluntad de convertir la Conferencia en el inicio de una gran conversación con vocación de permanencia. Europa tiene ante sí, de seguir esta resolución, la posibilidad de convertirse en un gran foro deliberativo, lo que le permitiría profundizar en su credibilidad democrática y reforzar la confianza de la ciudadanía.