Hace pocos días despedíamos a uno de los pioneros del fotoperiodismo español que ha triunfado fuera de España. El 24 de enero publicaba el New York Times un verdadero homenaje a un dignísimo sucesor de Enrique Meneses: Samuel Aranda. Así arranca el artículo del Times, firmado por David González:
From dusty villages overrun by poverty and violence to modern cities where jobs and hope are scarce, Samuel Aranda has been photographing African migrants who take to the sea, desperate to remake their lives. For nearly 10 years, he has seen how African immigrants have gone from looking for a new start in an unwelcoming Europe to, more recently, Yemen, where their basic needs are met.
Granted, it is hardly ideal. Though the government in Yemen – itself facing economic difficulties after political turmoil – has welcomed them, many of the Africans from Somalia and Ethiopia live in a sort of limbo as they wait for smugglers to get them into Saudi Arabia and beyond, where they can find backbreaking – but paying – jobs.
Al final del artículo de David González, Trapped Between Africa and Saudi Arabia, en el que Aranda va desgranando sus principales experiencias y algunas de las lecciones aprendidas de ellas, sobre todo las vividas en Yemen, el fotógrafo español, residente en el norte de España, cerca de la frontera francesa, explica:
I’m lucky to have the passport I have,” said Mr. Aranda, who lives in Crespia, a village near the French border. “Though I have to work for the American media because there is no work in Spain, I am very lucky. What I saw with the refugees were a lot of young men with the same motivation. We liked the same things. We liked music and football. Then I saw how they were trapped in a refugee’s hell because they were born in the wrong place. That is the frustrating thing: how someone is marked for life simply because of where they were born.
El 24 de agosto de 2013 Natalia González de Uriarte publicaba en El Diario del Norte (País Vasco) una entrevista con Samuel Aranda en la que el fotógrafo español desgranaba lo que piensa del periodiso español y del periodismo de guerra.
El fotógrafo catalán Samuel Aranda, ganador en 2011 del premio World Press Photo -el más importante certamen mundial de fotoperiodismo- niega que los fotógrafos que cubren conflictos violentos se sirvan de la lente de sus cámaras como parapeto para protegerse ante esas duras escenas. Aranda, colaborador del New York Times, destaca que, además de fotógrafos, ante todo son personas, en un intento de desterrar esa apariencia de frialdad e indiferencia que persigue a algunos profesionales del gremio. El fotógrafo, que ha participado en el ciclo de conferencias «Periodismo a pie de calle» organizado por el Ayuntamiento de Vitoria, critica a los medios españoles por su escasa independencia y advierte de que «se están convirtiendo en meras máquinas informativas de los partidos políticos».
Usted cubre conflictos armados en los que pone en peligro su integridad física. Sin embargo, salió huyendo de Madrid, dejando un puesto fijo en un plantilla de un periódico. ¿Qué le asustó?
Es cierto. Fue en 2008 en la delegación de El Periódico de Cataluña, en Madrid. Tenía unas muy buenas condiciones laborales a nivel de sueldo, de estabilidad, de horarios… las mejores de mi carrera pero aguanté ocho meses. No creía en lo que estaba haciendo. No sentía que hacia aquello que me impulsó a dedicarme al fotoperiodismo, el denunciar injusticias y contar historias. Yo necesitaba sentirme más combativo. A nivel gráfico cubrir información política consistía en acudir al show que montan los partidos y colaborar en la difusión de ese espectáculo con tus fotos. A nivel periodístico es más interesante pero a nivel fotográfico es tedioso y, además, me sentía participe de un engaño.
¿Pero no cree que también se pueden cometer ciertos engaños con la fotografía que empezó a ejercer a partir de ese momento, centrada en la cobertura de conflictos internacionales?
Supongo que hay intenciones de todo tipo. La mayoría de los fotógrafos intentamos hacer nuestro trabajo con la mayor honestidad y ética posible. Lo que sí creo es que nuestras instantáneas pueden ser utilizadas para crear imágenes. Me explico. Cuando estaba en Oriente Medio, las fotos que se publicaban siempre era las mismas, los islamistas con las barbas, las armas y con el brazo alzado y gritando. La fotografía mal utilizada por los medios de comunicación ayuda a distorsionar las realidades de sitios. Salí entonces de esa línea de trabajar para agencias, porque no tienes control sobre lo que se publica. Pongo un ejemplo. Cuando Hamas ganó las elecciones en Gaza, había miles y miles de personas en las calles celebrándolo. Desde niños bailando, gente con banderas, los festejaban con comidas improvisadas en las aceras… un ambiente festivo multitudinario. Ese día igual envíe 40 fotos a la redacción, pero la foto que se publicó fue la de dos tipos con barba que quemaban una bandera estadounidense y otra israelí. Sólo quemaron dos banderas en toda la semana que duró la celebración pero esas imágenes fueron las que destacaban las portadas de los periódicos. Eso provoca mucha frustración. Yo estaba viviendo en Gaza, muy integrado y conectado con la gente de allí, sabía lo que querían y cómo son, nada radicales ni mucho menos y ves que tu trabajo no refleja eso y que se utiliza para crear una imagen que no es la real. Esa foto era un retazo, una anécdota que convirtieron en generalidad y eso es engañar a la gente y para ello utilizan nuestras fotografías….MORE