Relaciones Internacionales – Comunicación Internacional

Vigilancia con inteligencia artificial (RTVE)

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En Las Rozas (Madrid) vemos cómo funciona uno de los sistemas de videovigilancia con Inteligencia Artificial más avanzados de España: «El sistema nos permite buscar por apariencias» #10000díasObservados

El ser humano lleva miles de años diseñando dispositivos en los que descargar los trabajos más arduos. Pero en las últimas siete décadas, la inteligencia artificial (IA) ha permitido que esos dispositivos no solo se encarguen de tareas repetitivas, sino que sean capaces de imitar al cerebro humano para resolver problemas muy complejos. Permite explorar nuevos modos de transporte, herramientas de diagnóstico médico preciso o diseñar nuevos modos de relacionarnos en las redes. Pero la tecnología nos lleva a varios dilemas. ¿Qué impacto tendrá en el mundo laboral? ¿Cómo impedir posibles efectos nocivos? ¿Hasta dónde puede llegar el aprendizaje autónomo de las máquinas?

Todo comienza en una universidad de New Hampshire, en Estados Unidos. Un curso de verano del Dartmouth College reunió en 1956, en la localidad de Hanover, a un puñado de matemáticos interesados en diseñar máquinas capaces de simular algo parecido al razonamiento humano. Fue allí donde se bautizó la nueva rama como Inteligencia Artificial. Eran programas primitivos, pensados para resolver sencillos problemas de álgebra o jugadas de ajedrez.

El salto tardó en llegar, tras superar ciclos de esperanza y estancarse después durante años, hasta que en los 90 la tecnología adquiere un nuevo brío. La victoria de la máquina Deep Blue frente al campeón de ajedrez Garri Kaspárov tiene un gran impacto mundial. El siglo XXI trae computadoras más potentes y, en su segunda década, los sistemas de redes neuronales y el procesamiento de grandes cantidades de datos suponen una revolución.

Las máquinas pueden ya aprender por sí mismas. Registran información, elaboran patrones y buscan soluciones inmediatas y muy precisas cuando se les piden respuestas. Aprenden sin descanso, absorbiendo cada vez más materia prima para interpretar y contemplando más posibilidades a la hora de abordar un asunto.

Los pasos que llevan a la máquina a obtener una respuesta precisa no están del todo claros. El científico no conoce al cien por cien cómo se ha construido su razonamiento. Incluso en eso, el proceso artificial es muy similar al del cerebro humano y sus conexiones neuronales.

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