La historia de las noticias falsas
La primera víctima de la guerra es la verdad, sostiene un viejo dicho periodístico. Aunque lo cierto es que bien podría decirse que la verdad es víctima recurrente en cualquier sociedad organizada, porque la mentira política es un arte tan viejo como la civilización. La verdad es un concepto escurridizo en metafísica y cambiante en ciencia —un nuevo descubrimiento puede anular lo que se daba por cierto—, pero en el día a día el asunto es muy diferente: hay cosas que han ocurrido y otras que no; pero los hechos, reales o inventados, influyen en nuestra percepción y opinión.
Desde la Antigüedad, verdad y mentira se han mezclado muchísimas veces y esas realidades falsas han influido en el presente. Ya lo escribió el gran historiador francés Paul Veyne en su ensayo ¿Creían los griegos en sus mitos? (Granica): «Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia».
Llegados a este punto conviene hacer una distinción entre noticias falsas y propaganda: ambas crecen y se multiplican en el mismo ecosistema, pero no son exactamente iguales. La propaganda busca convencer, ser eficaz, y para eso puede recurrir a todo tipo de instrumentos, desde el arte hasta el cine, los pasquines o las redes sociales. Las noticias falsas, una de las ramas de la propaganda, son diferentes: buscan engañar, crear otra realidad. La preocupación por la forma en la que estos engaños cuajan y por los mecanismos a través de los que se crean y se multiplican no es nueva: Reflexiones de un historiador sobre las falsas noticias de la guerra (Réflexions d’un historien sur les fausses nouvelles de la guerre, Allia, 2012) es el título de un pequeño e influyente ensayo que publicó originalmente Marc Bloch… en 1921.
De qué hablamos cuando hablamos de posverdad
Es el concepto-fetiche de la época, pero casi nadie sabe lo que significa realmente. Lingüistas, psicólogos, periodistas o expertos en redes lo analizan en el monasterio de San Millán de la Cogolla, que ya sufrió su propio ataque de ‘fake news’ en el siglo V
20 expertos analizan el fenómeno en un seminario de la Fundéu y lanzan un debate provocador: ¿y si en realidad las ‘fake news’ son tan viejas como el mundo?
San Millán de la Cogolla es un pequeño pueblo riojano donde el tiempo medieval permanece detenido en el monasterio de Yuso, grandiosa fortaleza del nacimiento del castellano en las notas de los monjes que ahora llamamos glosas. De esto hace más de mil años. Los escasos habitantes y los turistas sibaritas que disfrutan de la exuberante vegetación de la Sierra de la Demanda pueden escuchar el silencio del mundo y se despiertan con el canto de los pájaros. El monje eremita San Millán, que habitó en estos montes en el siglo V, pasó la mayor parte de su vida en una cueva que se conserva tal cual en el interior de otro monasterio, el de Suso, en lo más alto de la montaña. Una joya.
En tan inspirador escenario, la Fundéu -Fundación del Español Urgente nacida en la Agencia Efe y patrocinada por el BBVA- y la Fundación San Millán convocan todos los años un seminario sobre lengua y periodismo. El debate celebrado en los últimos días del pasado mes de mayo giró en torno al concepto-fetiche de esta época: la posverdad. El lenguaje en la era de la posverdad, se titulaba el seminario. Joaquín Müller, alma de la Fundéu, reunió en torno a la posverdad a una veintena de catedráticos, profesores, lingüistas, psicólogos, periodistas e investigadores de las nuevas tecnologías. Juntos exploraron con lupa de entomólogo las profundas transformaciones sociales y políticas que se derivan de las nuevas formas de comunicación entre los humanos y de las vertiginosas autopistas tecnológicas por las que circula la información, o la desinformación. De qué hablamos cuándo hablamos de posverdad.