Esta selección de palabras (otras igualmente hermosas son “bubi” para seno, “hevi” para duro o difícil y “laquear” para cerrar) le gustaría mucho al escritor que le da nombre al instituto, Miguel de Cervantes Saavedra. Contra el batallón de gente refinada que detesta este tipo de “barbarismos” —una palabra a veces usada como sinónimo de “anglicismo” y que sirve para desacreditar aquello que es a un tiempo indeseable y amenazante—, el autor del Quijote era partidario de hacer que el lenguaje fuera flexible e ilimitado. En su novela inventó un puñado de vocablos, por ejemplo “zonzo”, que a la postre se incorporaron al español.