El día antes de que me ofrecieran venir a Bruselas le dije a dos amigos, con rotundidad y convicción, que yo sería corresponsal, pero en cualquier lugar salvo Bélgica. Que era una mierda, que la información allí era un coñazo y que nunca pasaba nada.
Ocho años, ocho crisis e infinitas montañas rusas emocionales después puedo decir que estaba del todo equivocado. Bruselas es extraordinaria y su corresponsalía, el mejor trabajo que pueda soñar un periodista. Un máster en el oficio, economía, política, RRII o derecho.
Un examen diario de resistencia, flexibilidad e improvisación. Aprendes como en ningún lado, maduras aunque no quieras y te haces mejor incluso si no te das cuentas. El precio es alto, pero merece la pena.
Bruselas es una burbuja pero no sólo por las instituciones, que atraen a decenas de miles de personas con talento, idiomas y buenos sueldos. The best and the brightest. Es una burbuja de vida y un Gran Hermano en lo personal. Propicia los lazos más fuertes y efímeros..
las pasiones más inmediatas y gratificantes y las separaciones más tristes y dolorosas. Amas como no pensabas que se podía, sufres como nunca. La única forma de entrar es dejarse ir, bajar las defensas y fundirse.
A Bruselas no puedes derrotarla y eso lo aprendes rápido y a base de hostias. O la aceptas, sin entenderla nunca del todo, o te mastica y destroza.
Mi columna semanal de cosas belgas, la última de un curso muy largo, sobre cuando de repente te topas con tu propio Muur-Kapelmuur.
Pablo R. Suanzes@Suanzes
El periodismo es eso que juegan 11 contra 11 pero siempre acaba escribiendo algo el corresponsal de Bruselas.