Relaciones Internacionales – Comunicación Internacional

Corresponsal en Nueva York (1976-1980)

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Crónica mía desde Nueva York sobre el gran apagón del 13 de julio de 1977

 Mi primera experiencia como corresponsal fue en Londres, en sustitución de Julián Martínez, el corresponsal de INFORMACIONES en la capital británica en 1973-75, durante sus vacaciones.

Jesús de la Serna, mi primer director y mi maestro en el periodismo.

Allí pude sumergirme en las entrañas de uno de los mejores diarios europeos de aquellos años, el Times de Londres antes de su adquisición por Rupert Murdoch. En su nueva sede teníamos un despacho y podíamos utilizar sus archivos gracias al acuerdo  entre los dos diarios, negociado por Felix Pacho, Juan Luis Cebrián y Pedro Crespo de Lara los dos subdirectores de nuestro periódico y el consejero delegado bajo la dirección de Jesús de la Serna, antes de que Cebrián se fuera, con buena parte del equipo de nuestro diario, a fundar El País, que vio la luz el 4 de mayo de 1976.

El apoyo de Félix Pacho Reyero y la confianza de Jesús de la Serna en mis primeros pasos en Londres y en Nueva York fueron decisivos en mi vida personal y profesional.

De los meses que ejercí la corresponsalía en Londres, con apenas 20 años, recuerdo los tres asuntos dominantes: huelgas, atentados en el Ulster y tensiones en las ex colonias africanas. Me llamaba igualmente la atención lo difícil que resultaba entrar en los contados clubes con acceso a los dirigentes.

Lo cito porque, desde mi llegada a los EE.UU., a finales de junio de 1976, como corresponsal de INFORMACIONES y becario Fulbright en Columbia University, me sorprendió lo fácil que era hablar con los dirigentes estadounidenses, incluso para el representante de un diario desconocido en Nueva York.

A Víctor de la Serna, el sobrino mayor de Jesús y, creo, el primer español graduado en la escuela de periodismo de Columbia, debo no sólo el primer contacto para entrar en Columbia, sino, años más tarde, la apasionante aventura del nacimiento del Master de Periodismo de El País/UAM y la más apasionante todavía, que continúa, del diario El Mundo. Sin su apoyo en momentos como esos, estoy seguro de que mi vida habría sido infinitamente más aburrida.

Félix Pacho Reyero, gran periodistas leonés de Calzadilla de los Hermanillos. Me dio la primera oportunidad en el periodismo y mucho más.

Mi primer y casi único contacto en Nueva York, al principio, fue José María Aguirre (escribía en el periódico con el pseudónimo Américo Vélez), que había sido secretario de Largo Caballero en la República y, tras años de exilio y de diplomacia en Costa Rica, se había incorporado al INFORMACIONES como corresponsal diplomático con sede en Bruselas. Sus últimos artículos periodísticos se los publicó Cebrián en El País. Conocía bien Nueva York, donde había ejercido de diplomático para Costa Rica,y me introdujo en la burocracia de la ONU y en el Foreign Press Center, con sedes en Washington y en Nueva York. Aquello me facilitó una mesa de trabajo en la tercera planta del Palacio de Cristal y en Mr. Stricker, representante del Foreign Press Center en Nueva York, descubrí pronto un intermediario valioso para localizar contactos y conseguir entrevistas complicadas.

En aquellos años los corresponsales en Nueva York eran Jesús Hermida (TVE), Cirilo Rodríguez (RNE), Juan Asenjo (el cámara de TVE). Félix Ortega y Antonio Parra (Pyresa), José María Carrascal (ABC), Julio Camarero (Pueblo), Gustavo Valverde (Ya), Alberto Valverde (Diario 16), Ángel Zúñiga (La Vanguardia) y el equipo de EFE: Celso Collazo de delegado y José Sobrino, que llevaba muchos años de corresponsal local en la agencia y conocía la ONU al dedillo. El País, que acababa de nacer, prefirió instalar a su corresponsal, Juan González Yuste, en Washington. Juan, que llegó en los mismo días que yo, cobraba unos 1.500 dólares al mes. Yo, unos 800, pero tenía la beca y la esperanza de conseguir un aumento pronto si demostraba que podía hacerlo bien a pesar de mis 23 años.

Durante los primeros tres años, de 8 de la mañana a 5 de la tarde, estaba en la universidad de Columbia: un año en la escuela de periodismo y dos en la de relaciones internacionales. Fue duro, pues cada día, tras las clases, comía algo mientras veía el telediario principal de la CBS, con Walter Cronkite, que se emitía a las 7 de la tarde, cogía el metro en la 116 y me iba a la ONU. Daba una vuelta, recogía todos los comunicados del día, hablaba con los colegas y diplomáticos que podía y, tras comprar los periódicos del día siguiente a partir de las 10 de la noche en las tiendas de la 2ª avenida -New York Times, Daily News, New York Post y Christian Science Monitor-, caminaba dos manzanas hasta el Daily News, en cuya planta 12 se encontraba la sede de la agencia UPI.

Allí compartía mesa y máquina Olivetti con Ángel, que rozaba ya los 70 años y era el más veterano de toda la tribu. Gran experto en cine, viajero incansable, de gran cultura y con contactos exquisitos. Llegué a sustituirle en La Vanguardia, firmando con su nombre, cuando, huyendo de los crudos inviernos neoyorquinos, desaparecía de la ciudad. También sustituí casi un año a Gustavo, mientras ejerció de redactor jefe en Madrid, y a Cirilo, cuando su sustituto habitual, el gran Delfín García, que hizo de colaborador para los medios principales españoles en Nueva York durante años, no estaba. En cada medio tuve que utilizar pseudónimos diferentes, tal como exigía INFORMACIONES. De modo que acabé siendo Felipe Sahagún en Informaciones, Jesús del Río en RNE y en el Ya, y Angel Zúñiga en La Vanguardia. No pagaban mucho en ningún sitio- entre 1.500 pesetas por crónica RNE y 7.500 el Ya, pero, sumando todas, algunos días llegaba a las 15.000 o 20.000 pesetas, una fortuna para un posgraduado de 24-25 años, que me permitió algunas escapadas interesantes y dar la entrada para mi primer piso en Madrid. Eso sí, no tenía días ni noches, no existían fines de semana ni vacaciones. Toda mi vida era correr de un sitio a otro, de una rueda de prensa a otra, y parir a destajo crónicas, entrevistas y artículos como en una fábrica.

La temporada de la Asamblea General me gustaba, pues te permitía conocer de primera mano a los principales dignatarios del mundo. De las conferencias y debates en la universidad obtenía en ocasiones fuentes de información exclusivas sobre España, que daba entonces los primeros pasos en la transición. Cuando los principales dirigentes españoles pasaban por Nueva York, no faltaba a las ruedas de prensa, desayunos y comidas de trabajo con ellos. Si coincidían con clases, otros me grababan las clases y luego las escuchaba o transcribía.

De esta manera pude conocer a Adolfo Suárez, a Santiago Carrillo, a Felipe González y a los ministros principales del Gobierno español, sobre todo a los de Exteriores. Nunca olvidaré la generosidad de Marcelino Oreja cuando cerró Informaciones y acudí al Palacio de Santa Cruz para que me echara una mano. No lo dudó y, de no ser porque Cirilo, que ya se había vuelto a Madrid, me convenció para quedarme a su lado en Prado del Rey en 1980, me habría vuelto de corresponsal permanente del Ya en el puesto de Gustavo, que se había trasladado por aquellas fechas a España.  En pocas horas Jiménez Quílez, de Editorial Católica, me había preparado un contrato para seguir en Nueva York con el Ya, pero la llamada de Cirilo, a quien apreciaba como un hermano mayor, y la imposibilidad de que el contrato incluyera cláusula de retorno en plazo fijo (no quería eternizarme en la Gran Manzana como otros) y categoría mínima a la vuelta de redactor jefe -«ningún corresponsal tiene esa cláusula», me contestó-, decidieron mi vuelta a España.

De mi año en la escuela de periodismo de Columbia recuerdo que todo eran prácticas, trabajo de calle que se plasmaba después en un periódico y en programas de radio y televisión, en los cuales cada semana ejercías una función. Del profesor responsable de los alumnos extranjeros, Donald Shanor, ex corresponsal en Europa, aprendí lo fundamental del oficio y del látigo que tuve en reporterismo y redacción, Melvin Mencher, lo difícil que es redactar correctamente en un idioma que no es el materno y que lo has aprendido a base de codos y con profesores no nativos, en mi caso los Paules de Villafranca del Bierzo, que, cuando casi todos los españoles de mi generación estudiaban francés, lo sustituían por inglés para prepararnos el año que, de haber seguido hasta cantar misa, todos debíamos trabajar en alguna parroquia londinense antes del paso definitivo.

Las asignaturas de las que guardo mejores recuerdos en la escuela de periodismo son Corresponsal en la ONU y Corresponsal en Washington. Todos los miércoles me los pasaba en la ONU haciendo reporterismo y escribiendo una historia que, luego, aprovechaba para mi envío diario -una o dos crónicas- al Informaciones. En Washington se trataba de elegir un tema y escribir un reportaje largo, con docenas de entrevistas realizadas durante un par de semanas sobre el terreno. Yo elegí las relaciones bilaterales España-EE.UU. y, gracias al abogado George Eggy, jefe del bufete de Washington con más clientes entre las empresas españolas de la época (aceitunas, zapatos y productos siderúrgicos), dispuse de excelente información.

Cuando, años más tarde, me dí cuenta de que no guardaba ni una sola de las 3.000 crónicas, artículos y reportajes que escribí entre 1976 y 1980 desde Nueva York para los medios citados, me acerqué a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y, haciendo un esfuerzo de memoria, logré recuperar textos de cuatro de las historias que me han quedado grabadas como especialmente representativas, por diferentes motivos, de mi trabajo de aquellos años: un folletón sobre la familia de Jimmy Carter en las presidenciales de 1976, el gran apagón de Nueva York del 13 de julio de 1977, el amarre de nuestra flota pesquera en el puerto de Nueva York cuando caducó el acuerdo pesquero con España y el retorno definitivo a España del poeta Jorgue Guillén.

 EL GRAN APAGÓN DE NUEVA YORK ( y 2)N York 1

 EL FOLLETÓN: las curaciones de la hermana del Presidente (I)

 N York 32

 N York 33

 El retorno definitivo del poeta Jorge Guillén a España (Exclusiva de INFORMACIONES)

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La flota pesquera española, paralizada en aguas americanas

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