Ignacio Fuente Cobo –
Durante el pasado Foro de Davos la directora del FMI, Christine Lagarde, afirmaba que “la crisis de los refugiados constituía un riesgo concreto para la supervivencia del espacio Schengen”, el acuerdo que regula la libre circulación de personas entre los países europeos firmantes. Con ello, buscaba contribuir a un debate sobre la seguridad de la Unión Europea al que los atentados de Paris, de noviembre de 2015, habían convertido en un tema más de actualidad que nunca. Los graves sucesos que tuvieron lugar en Colonia y otras ciudades europeas en la nochevieja de 2015 y la posibilidad de que grupos como el Daesh puedan aprovechar la llegada masiva de refugiados procedentes de los conflictos en países árabes para introducir terroristas sin ningún control en el territorio de la UE, no ha hecho más que intensificar el debate sobre las debilidades que presenta el sistema de seguridad europeo para proteger los derechos y libertades de sus ciudadanos. Las opiniones se encuentran divididas entre los que piensan que lo mejor sería recuperar las fronteras nacionales convirtiéndolas en barricadas detrás de las cuales protegerse y aquellos otros que son partidarios de profundizar en la integración europea de forma que se puedan corregir sus actuales imperfecciones, con la balanza inclinándose aparentemente en favor de los primeros.
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