Relaciones Internacionales – Comunicación Internacional

El periodismo sin Jesús de la Serna

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Publicado en El País el 5 de septiembre de 2013

Muere Jesús de la Serna, maestro de periodistas

5 SEP 2013 – 07:37 CET (EL PAIS)
Jesús de la Serna murió esta madrugada en Madrid. Fue un maestro de periodistas, creía en el rigor del oficio y lo desarrolló como si estuviera en la sombra, pero en la memoria de todos los que trabajamos con él lució siempre su magisterio como una enseñanza imborrable de exigencia profesional. Nació en 1926 en Cantabria. Fue presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (de 1992 a 1999), ocupó varios cargos directivos en el diario Pueblo, dirigió Informaciones y tuvo una participación decisiva en distintas épocas de EL PAÍS desde 1988.

Jesús de la Serna trabajó, en la última etapa de su vida, enseñando en la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS, donde ocupó también cargos directivos. Una de sus funciones en el periódico, al que se incorporó en 1988, fue la de Defensor del Lector, desde donde, también, enseñó su experiencia del oficio, desde la serenidad y la autoridad de su magisterio a favor, a la vez, de periodistas y de lectores. Odiaba que lo llamaran maestro, pero eso fue Jesús de la Serna, y por ello mereció recientemente el premio Ortega y Gasset a su trayectoria.

Era hijo de periodista, Víctor de la Serna, cuyo puesto de director de Informaciones llegó a ocupar él mismo durante 10 años a partir de 1968. Ahí tuvo a sus órdenes a extraordinarios periodistas que se formaban entonces, entre ellos a Juan Luis Cebrián, que fue su subdirector y que fue quien luego, como director de EL PAÍS, lo incorporaría a este periódico. Aquí fue, además de subdirector y responsable de Formación de los periodistas nuevos, un consejero leal de todos nosotros, además de serlo de pleno derecho en el ámbito del Grupo Prisa, a cuyo Consejo de Administración perteneció… seguir leyendo

El periodista humilde

Jesús de la Serna en la Escuela de Periodismo de EL PAÍS en 1990. / SANTOS CIRILO

5 SEP 2013 – 07:58 CET (ELPAIS)

En la primera conversación que tuve con Juan Luis Cebrián cuando fui nombrado director de EL PAÍS, mi antecesor me dio una serie de consejos. Uno de los más valiosos fue: “Ten siempre cerca a Jesús de la Serna. Cuando no sepas qué hacer, pregúntale”. Así se inició, desde finales de los años ochenta, una fecundísima colaboración con uno de los pocos maestros reales (¡cómo abominaría Jesús de este calificativo aplicado a él, siendo tan cierto!) del periodismo que ha tenido nuestra generación. Primero en el periódico y luego en la Escuela de Periodismo UAM/EL PAÍS (de la que él fue uno de los creadores) siempre procuré, por propio egoísmo, estar a su lado, beneficiarme de su sabiduría y experiencia, escucharlo, apoyarme en él; mi despacho, siempre al lado del suyo.

Así nació una relación profesional de más de un cuarto de siglo (antes había sido mi director en Informaciones, pero aquel contacto fue, lógicamente, más distante) que devino poco a poco en amistad, aumentada por el hecho de nuestra presencia en Cantabria (Ontoria, donde tenía su casa, era su “útero materno”), donde nos veíamos todos los veranos, excepto este último, en el que ya su debilidad extrema no le permitió estar.

Maestro y amigo: casi nada. Cuando ahora, de sopetón, pienso cuál ha sido la mejor lección que nos ha transmitido Jesús de la Serna a sus innumerables alumnos, de la vida, del periódico y de la Escuela de Periodismo (donde dio clases hasta su jubilación real hace tres o cuatro años), creo que ha sido la de la humildad. Era grande y humilde al mismo tiempo. Todavía hizo gala de esa extrema humildad antes del verano, cuando los cuatro directores de EL PAÍS, tan deudores de su persona y de su obra, fuimos a entregarle el Premio Ortega y Gasset de Periodismo a una trayectoria. Preguntado una vez por qué en tan larga vida periodística había firmado tan poco y casi siempre estaba en las bambalinas de los periódicos, respondió: “Siendo nieto de Concha Espina e hijo de Víctor de la Serna no puedo permitirme el lujo de escribir muchas tonterías”. No le gustaban nada los pavos reales de nuestro oficio, aquellos que en los momentos de esplendor “se creen reyes o dioses”. En la Escuela de Periodismo decía el primer día a los recién llegados que el periodismo no se enseña pero sí se aprende; que el buen periodista tiene tres virtudes, trabajo, sentido común y salud, y coincidió en varios talleres con García Márquez en que éste es el mejor oficio del mundo.

En los últimos tiempos, dependiente de una bombona de oxígeno, De la Serna ya no salía de casa. Hasta los penúltimos tiempos seguía leyendo todos los periódicos en papel y si EL PAÍS hubiera querido un auditor diario de sus contenidos lo hubiera podido tener en Jesús, que lo devoraba con exhaustividad. Durante los últimos meses, debilitada ya su vista, aprendió las virtudes de la tableta digital, en la que leía los periódicos y los libros que le bajaban sus hijos y sus nietos, aumentando el tamaño de la letra. A los interlocutores que le visitaban con asiduidad les contaba dos pesadillas recurrentes. Una, le había acompañado toda la vida: era el director de un periódico y daba la orden al jefe de talleres de empezar a imprimirlo sin tener primera página. La segunda, más dolorosa y que le martirizaba: que a consecuencia de la crisis, EL PAÍS desaparecía, como lo habían hecho Pueblo e Informaciones… seguir leyendo

Medio siglo después

5 SEP 2013 – 12:42 CET (ELPAIS)

-Al verle a usted me ha parecido que resucitara un personaje del Greco.

Así le dijo una dama americana a Jesús de la Serna a la hora de elogiar su semblante, evocador de las figuras señeras de la sociedad del Siglo de Oro. En realidad hubiera podido servir de modelo para el retrato de la mano en el pecho o para el coro doliente del Entierro del Conde de Orgaz. Porque Jesús, desde luego, era un caballero, pero no tanto por su porte inconfundible, sino por el gesto interior que le animaba, su bondad sin límites, su rectitud moral, su sentido del deber, su generosidad para cuantos le rodeaban y, sobre todo, su humildad, condición de la que solo pueden presumir quienes son verdaderamente grandes.

Hijo de periodista y nieto de una escritora insigne, Jesús dedicó toda su vida a la prensa. Puede decirse que no tuvo otro mundo que el universo global de los periódicos ni otros amigos mejores, más leales y perdurables que sus colaboradores que, de forma espontánea, absolutamente natural, acabamos siempre convertidos en sus discípulos. Él desde luego fue mi maestro, probablemente el único verdadero que he tenido en este oficio, pero no solo en este, sino antes que nada en la escuela de la vida. Desde que a mis diecisiete años comenzáramos a trabajar juntos hasta esta misma fecha, Jesús ha sido mi redactor jefe, mi director, mi consejero más eficaz, aquel de cuyo criterio uno siempre podía fiarse y de cuyo ejemplo uno nunca terminaba de aprender. Él y yo sabíamos que los vínculos que nos unían eran mucho más fuertes de lo que aparentábamos, pese a ser muy visible nuestra amistad. Su sobriedad expresiva y mi invencible timidez, o quien sabe si cierto compartido egoísmo emocional también, nunca nos permitieron efusiones mayores que escenificaran la complicidad absoluta que nos unía. En realidad casi todo lo que sé del periodismo lo aprendí de él; a su apoyo y su tutela debo más que al de ningún otro el perseverar en esta profesión tan entrañable como canalla durante más de cincuenta años… seguir leyendo

Un periodista solvente

Jesús de la Serna falleció en la madrugada de ayer en Madrid a los 87 años de edad. Dedicó toda su vida al periodismo como informador, jefe de redacción, director y formador de periodistas, y no dejó de pensar y conducirse como periodista hasta que la enfermedad terminal se lo ha impedido. En los momentos más amargos de la despedida aflora el recuerdo de su personalidad afable y sencilla. Seguramente tantos como le conocieron sintieron ayer que algo han empezado a echar en falta.

Yo tuve la suerte de encontrarme con Jesús de la Serna cuando debuté en la profesión. Fue mi primer director de periódico, en el Informaciones vespertino de finales de los 60 y primera mitad de los 70, que se consolidó como un diario fidedigno en años de impaciencias y esperanzas. Todavía hoy algunos lectores de entonces me dicen recordar lo que fue para ellos aquel periódico, que batallaba por la información escondida y la publicaba con ponderación. Era el equilibrio que la personalidad de Jesús transfería a la redacción. Le recuerdo con su bigote y sus anchas gafas sin decir una palabra más alta que otra, preguntando discretamente y dando su aprobación con un gesto a las pruebas de página que le subían del taller. Cuando terminábamos la edición y antes de que la rotativa hiciera temblar a primera hora de la tarde el viejo edificio de San Roque 7, solía aparecer por la redacción con su apariencia reservada, aguardando la salida de los primeros ejemplares y deseando que no surgiera alguno de los problemas que entonces ocasionaba la verdad impresa.

Ese estilo personal debió de forjarse en un escenario familiar peculiar, predispuesto por la cultura y la información. Jesús era hijo de Víctor de la Serna Espina (1896-1958), periodista y escritor que había dirigido precisamente Informaciones en las décadas de los 30 y 40, y nieto de Concha Espina, novelista recordada por La niña de Luzmela, La rosa de los Vientos o La esfinge maragata, entre otras muchas obras, que en su casa celebraba semanalmente un salón literario al que acudían miembros notables de la intelectualidad.

Nacido en Santander el 18 de junio de 1926, se diplomó en la Escuela de Periodismo de Madrid y repartió su vida profesional principalmente entre el diario Pueblo, en el que fue redactor (época en la que contrajo matrimonio con María Pura Ramos Unamuno, con quien tendría ocho hijos) y luego redactor jefe, subdirector y director adjunto, Informaciones, que dirigió durante 10 años, y El País, en el que entró como asesor de publicaciones, fue después subdirector, responsable del servicio exterior, Defensor de los Lectores en dos épocas y director de la Fundación de su Escuela de Periodismo que contribuyó a crear. Ocupó también un puesto en el consejo de administración de la empresa editora entre 1984 y 2009.

Una parte de su actividad la dedicó a la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), de la que fue presidente durante siete años, de 1992 a 1999. Esa fue la segunda ocasión en que trabajé con él, como vicepresidente de la entidad. En ese periodo, Jesús de la Serna pudo demostrar de nuevo su capacidad para un ejercicio responsable y, propio de su estilo, reservado y discreto. Estaba preocupado por los aspectos éticos de la tarea periodística y en ese cometido invirtió tiempo y esfuerzos. La Asociación de la Prensa de Madrid dio entonces un salto adelante hacia la profesionalidad y mejoró de forma notable una de sus ofertas principales, la asistencial, con la consolidación del servicio médico. Entre 1994 y 2000 presidió también la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE).

Jesús de la Serna era un periodista que escribía poco y, cuando lo hacía, elaboraba textos editoriales, que aparecen sin firma como expresión de la línea de opinión del medio, con la excepción de sus dos etapas como Defensor del Lector de El País en que estaba obligado a ofrecer un dictamen semanal. Su aptitud primordial era la dirección en los distintos niveles de la profesión periodística. Una muestra del resultado global de su trabajo en cargos de responsabilidad durante tantos años es el reconocimiento que en la profesión se tributa a su quehacer. Reconocimiento al que no era aficionado en el ámbito público, a pesar de lo cual tuvo que aceptar este año el premio Ortega y Gasset en recuerdo de su trayectoria. Pensaba que lo que hacía era lo normal del desempeño de un periodista. Rechazaba que le consideraran maestro de periodistas. Lo cierto es que era una buena persona y un periodista solvente, y así quedó reflejado en su labor.

(Jesús de la Serna, periodista, nació en Santander el 18 de junio de 1926 y falleció en Madrid el 5 de septiembre de 2013)

El adiós de la APM

05/09/13 | 11:16

Jesús de la Serna, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) de 1992 a 1999, falleció la madrugada del 4 al 5 de septiembre en Madrid, a los 87 años, tras una dilatada trayectoria en la profesión periodística, en la que llegó a ocupar puestos de responsabilidad en los diarios “Pueblo”, “Informaciones” y “El País”. La capilla ardiente está instalada en el tanatorio de la M-30 de Madrid y el entierro será al día siguiente, 6 de septiembre, en El Espinar (Segovia) a las 13:00 horas.

Según Carmen del Riego, presidenta de la APM, «el fallecimiento de Jesús de la Serna deja a la profesión huérfana de un periodista ejemplar, de un maestro de periodistas y de un presidente de la Asociación que contribuyó decisivamente, en momentos críticos, a encarrilar y dignificar esta entidad que actualmente presido. En mi nombre, en el de la Junta Directiva y en el de todos los compañeros de la APM, expresamos nuestra tristeza y dolor por su pérdida”.

De la Serna nació el 18 de junio de 1926 en Cantabria. Fue redactor jefe, subdirector y director adjunto del vespertino “Pueblo”, a mediados de los 50. Asimismo, desde 1968, dirigió el también vespertino “Informaciones” durante una década.

En 1978, se incorporó al diario “El País”, como asesor de publicaciones primero y, después, como subdirector de formación y defensor del lector. Según publica “El País” , De la Serna “tuvo una participación decisiva en distintas épocas de ‘El País’ desde 1988” y, en la última etapa de su vida, enseñó en la Escuela de Periodismo UAM-El País.

Maestro de periodistas, recibió el Premio Rodríguez Santamaría en el año 2000, galardón que concede la APM como reconocimiento a los méritos de toda una vida profesional. Además, en el pasado mes de mayo, obtuvo el Premio Ortega y Gasset de “El País” a la trayectoria profesional más destacada.

Su etapa en la presidencia de la APM
De la Serna ingresó en la Asociación de la Prensa de Madrid en 1957, de la que era asociado de honor, con el número 20. Hijo del exvicepresidente de la APM y afamado periodista y escritor Víctor de la Serna y nieto de la escritora Concha Espina, accedió a la presidencia de la Asociación de la Prensa de Madrid en 1992 con una gran experiencia periodística a sus espaldas. Fue también presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) de 1994 a 2000… seguir leyendo

Los restos mortales de Jesús de la Serna reciben sepultura en el cementerio de El Espinar (Segovia), localidad donde pasaba largas temporadas de descanso con su familia, el 6 de septiembre de 2013.(eldiario.es)

El féretro ha llegado en un coche fúnebre al cementerio espinariego, al pie de la sierra del Guadarrama, sobre las 13.30 horas y ha sido llevado a hombros por familiares hasta el enterramiento, cerca de donde reposan los restos de un nieto fallecido, como así había pedido.

Tras un responso oficiado por el párroco de El Espinar, Valentín Bravo, han recibido sepultura los restos mortales de quien fue también presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

La familia, que estaba encabezada por la viuda, la periodista María Pura Ramos, arropada por los hijos, nietos y biznietos del matrimonio, ha depositado flores sobre el féretro y ha recibido el pésame de numerosas personas, entre ellas compañeros y amigos del fallecido.

Entre otros se encontraban el presidente del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, los exdirectores de El País Joaquín Estefanía y Jesús Ceberio, los periodistas José María Izquierdo, Juan Cruz y Félix Pacho y los fotógrafos Manuel Pérez Barriopedro y Raúl Cancio, entre otros.

Tras el responso, el periodista Rafael Fraguas ha leído una sentida despedida recordando lo que ha supuesto la figura de Jesús de la Serna para la profesión, aparte de glosar su calidad humana, hasta el punto de que es considerado el padre profesional de muchos periodistas.

Fraguas ha recordado la presencia de Jesús de la Serna encabezando una manifestación en protesta por el atentado ultraderechista contra la revista El Papus, en 1977, considerando al fallecido como uno de los referentes de la profesión periodística en España.

Para Fraguas, quien fuera hijo del periodista y escritor Víctor de la Serna y nieto de Ramón de la Serna y de Concha Espina, que trabajó en Pueblo e Informaciones, hasta incorporarse a El País, era defensor de las principales esencias del periodismo, como la búsqueda de la verdad desde posiciones éticas.

Fraguas ha lamentado la pérdida de quien ha concebido como maestro de periodistas y defensor de los derechos de los profesionales en un momento en que la profesión está atravesando por unos momentos difíciles, con el cierre de medios y precariedad laboral.

Tras el enterramiento, se ha celebrado una misa en la iglesia de San Eutropio, en El Espinar, en presencia de la familia, así como de numerosos vecinos y amigo (EFE -Segovia. 06/09/2013 -17:09h)

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